Reconocimiento Viaje Estelar

Sus notas eran excelentes y su pasión por la astronomía era evidente para todos. Un día, llegó a su escuela una noticia que cambiaría su vida: el gobierno estaba organizando un concurso nacional para seleccionar a jóvenes talentosos que pudieran formarse como astronautas. Lucas no podía creerlo.

Esta era su oportunidad de demostrarle al mundo que sus sueños eran posibles. Con la ayuda de Don Pedro, quien había sido astronauta en su juventud, Lucas se preparó intensamente para el concurso. Llegó el gran día y Lucas se presentó ante los jueces junto a otros aspirantes.

La competencia era feroz, pero él estaba decidido a dar lo mejor de sí mismo. Después de varias pruebas físicas y exámenes teóricos, finalmente anunciaron al ganador del concurso: ¡era Lucas!

Su esfuerzo y dedicación habían dado frutos. A partir de ese momento, la vida de Lucas cambió por completo.

Viajó a Estados Unidos para recibir una educación especializada en astronautica y luego fue seleccionado para formar parte de una misión espacial. El día del lanzamiento llegó y Lucas se despidió emocionado de su familia y amigos.

Subió al cohete acompañado por otros astronautas valientes y juntos emprendieron un viaje hacia las estrellas. Durante meses estuvieron en el espacio explorando nuevos planetas y realizando experimentos científicos increíbles. Lucas cumplió su sueño de flotar en gravedad cero y ver la Tierra desde lejos.

Y cada vez que miraba al cielo recordaba aquellos días en los que soñaba con ser astronauta siendo tan solo un niño. Finalmente, llegó el día de regresar a casa. Lucas aterrizó en su pueblo natal y fue recibido como un héroe.

Pero él sabía que lo más importante no era la fama o el reconocimiento, sino haber cumplido su sueño y demostrarle a todos que los sueños pueden hacerse realidad si uno se esfuerza lo suficiente.

Desde aquel día, Lucas siguió inspirando a otros niños con sus experiencias en el espacio. Les enseñaba que nunca debían dejar de soñar y luchar por aquello que realmente amaban. Y así, gracias al niño llamado Lucas, muchos otros pequeños también comenzaron a mirar al cielo con esperanza e ilusión, soñando con convertirse algún día en astronautas y explorar los misterios del universo.

Los sucesores del telescopio Hubble, con enormes y delgadísimos espejos ensamblados en condiciones de gravedad cero, ampliarán aún más nuestra visión de las estrellas, las galaxias y la inmensidad del cosmos. No se puede negar que el robot Curiosity de la NASA, que ahora avanza a trompicones entre los cráteres marcianos, podría detectar descubrimientos sorprendentes que quizá no pasarían desapercibidos para un geólogo humano.

Pero las técnicas robóticas avanzan deprisa, lo que permite construir sondas no tripuladas cada vez más sofisticadas, mientras que la diferencia de costes entre misiones tripuladas y no tripuladas sigue siendo inmensa. La necesidad práctica de que los vuelos espaciales sean tripulados disminuye a medida que avanzan la robótica y la miniaturización yo mismo, como científico y hombre práctico, apenas veo utilidad en enviar personas al espacio , aunque como ser humano soy un entusiasta de las misiones tripuladas.

Y tengo edad suficiente para revivir la emoción que me produjeron el programa Apolo y el «pequeño paso» que dio Neil Armstrong en la superficie lunar allá por Los últimos hombres que pisaron la Luna regresaron en Desde entonces, centenares de humanos han ido al espacio, pero solo a orbitar alrededor de la Tierra, a unos cientos de kilómetros de la superficie, y muchos de ellos en la costosísima, pero aburrida, Estación Espacial Internacional.

Espero que personas que hoy están vivas lleguen a poner un pie en Marte, como aventura y como un paso más hacia las estrellas. Puede que sean los chinos: China cuenta con recursos, un gobierno dirigista y tal vez la voluntad de embarcarse en un programa tipo Apolo.

Y China tendría que intentar ir a Marte, no solo a la Luna, si quiere consolidar su estatus de superpotencia con una «hazaña espacial». Limitarse a continuar lo que Estados Unidos consiguió hace cincuenta años antes no le bastaría para ponerse a su altura.

A menos que las motive el mero prestigio y estén financiadas por superpotencias, las misiones tripuladas más allá de la Luna tendrán que ser empresas de presupuesto reducido, dispuestas a asumir altos riesgos, quizá incluso «viajes solo de ida».

Estas misiones tendrán financiación privada, ya que ninguna agencia gubernamental occidental expondría a civiles a semejantes peligros. A pesar de los riesgos, seguro que habría muchos voluntarios, impulsados por los mismos motivos que en su día animaron a los primeros exploradores, a los montañeros, etcétera.

Ya existen empresas privadas que ofrecen vuelos orbitales. Aventureros ricos reservan viajes de una semana de duración a la cara oculta de la Luna en los que se alejarán de la Tierra más de lo que nadie haya hecho antes pero evitando el riesgo que supone alunizar y tener que despegar después.

He sabido que se ha vendido un billete para el segundo vuelo, pero ninguno para el primero. Y es posible que Dennis Tito, exastronauta y empresario, que planea enviar gente a Marte y traerla sin posarse en la superficie, no esté tan loco.

Supondría pasar estresantes días metidos en una cápsula espacial. La tripulación ideal sería una pareja estable de mediana edad, lo bastante mayor para asumir altas dosis de radiación.

Y hay otro proyecto que permitiría apearse en Marte, pero para quedarse, sin viaje de vuelta. Tal vez debamos aplaudir estas iniciativas privadas en el espacio, puesto que pueden asumir riesgos que un gobierno occidental no podría permitirse en proyectos financiados con dinero público y, por eso, sus costes serían más reducidos que los de la NASA o la ESA.

Eso sí, estas iniciativas deben ser anunciadas como aventuras o deportes extremos, evitando la expresión «turismo espacial», que infunde en el público una confianza muy poco realista. Para , valerosos pioneros del talante de, por ejemplo, Felix Baumgartner, que rompió la barrera del sonido lanzándose en caída libre desde un globo a gran altitud, pueden haber establecido «bases» independientes de la Tierra, en Marte o quizá en algún asteroide.

El propio Elon Musk, de cuarenta y cinco años, dice que quiere morir en Marte, pero no de un impacto. El desarrollo de comunidades autosuficientes en lugares muy lejos de la Tierra también aseguraría la supervivencia de formas de vida avanzadas, incluso en el caso de que nuestro planeta sufriera la peor de las catástrofes.

Pero no se prevé una emigración masiva desde la Tierra. No hay ningún lugar en nuestro sistema solar que ofrezca un entorno habitable, comparable siquiera a la Antártida o la cima del Everest.

Pensar que el espacio es la solución a los problemas de la Tierra es una fantasía peligrosa. No existe el «planeta B». La exploración humana quedará restringida a los planetas y lunas de nuestro sistema solar. La razón es que el tiempo de tránsito a otras estrellas usando las tecnologías conocidas excede la esperanza de vida de los humanos, y así va a seguir siendo, aunque se puedan llegar a desarrollar futuristas formas de propulsión, mediante el uso de energía nuclear, aniquilación partícula-antipartícula o presión generada por gigantescos rayos láser.

Los viajes interestelares, excepto para sondas no tripuladas, muestras de ADN, etcétera, por tanto, son una empresa para poshumanos.

Podrían ser criaturas orgánicas o cíborgs que hubieran ganado la batalla a la muerte o perfeccionado las técnicas de hibernación o animación suspendida. Un viaje de miles de años es pan comido si eres un ser semiinmortal y no estás limitado a una vida de duración humana. Y las máquinas de inteligencia humana podrían prosperar aún más.

En efecto, la biosfera de la Tierra, en la que la vida orgánica ha evolucionado simbióticamente, no es esencial para una inteligencia artificial avanzada.

De hecho, está lejos de ser idónea: el espacio interplanetario o interestelar, un medio hostil para los humanos, será el terreno óptimo en el que los «cerebros» no biológicos podrían, en un futuro lejano, construir gigantescos complejos excavando en lunas y asteroides.

Una vez allí, estos intelectos poshumanos desarrollarán conocimientos tan alejados de nuestra imaginación como lo está la teoría de cuerdas para un ratón. Estas consideraciones tienen efectos transformadores en nuestra percepción de la importancia cósmica de la Tierra.

Aun cuando la vida inteligente fuera privativa de la Tierra, no hay que concluir por ello que se trate de una insignificancia en la inmensidad del cosmos. Eso nos puede parecer hoy, pero en los miles de millones de años que quedan por delante las especies poshumanas o las máquinas creadas por ellas tendrán tiempo de sobra para extenderse por toda la galaxia.

Puede haber organismos simples en Marte, o tal vez fósiles congelados de criaturas que vivieron en el planeta en una fase temprana de este. Y, por supuesto, podría haber también vida flotando en los océanos cubiertos de hielo de Europa, el satélite de Júpiter, o en la luna Encélado de Saturno.

Pero pocos apostarían por ello y desde luego nadie espera que exista una biosfera compleja en tales lugares. Por eso tenemos que mirar hacia estrellas más lejanas, fuera del alcance de las sondas que ahora mismo somos capaces de construir.

Y aquí las perspectivas son mucho más halagüeñas: hemos sabido que hay, dentro de nuestra Vía Láctea, millones, incluso miles de millones de planetas que recuerdan a la Tierra en su juventud. En los últimos veinte años, sobre todo en los cinco últimos, el cielo nocturno se ha vuelto mucho más interesante y tentador para los exploradores.

Los astrónomos han descubierto que muchas estrellas, tal vez incluso la mayoría, están orbitadas por planetas, igual que lo está el Sol. Estos planetas no son detectados directamente, sino que revelan su presencia por los efectos que tienen en su estrella anfitriona y se pueden localizar gracias a mediciones de gran precisión: pequeños movimientos periódicos en la estrella inducidos por la gravedad de un planeta en órbita y atenuaciones leves y recurrentes del brillo de un astro cuando un planeta transita delante de él bloqueando una pequeña fracción de su luz.

El satélite Kepler de la NASA monitorizó el brillo de Se sabe que algunas estrellas tienen hasta siete planetas en su órbita, y también que los sistemas planetarios muestran una variedad sorprendente.

Es posible que nuestro sistema solar sea cualquier cosa menos típico. En algunos sistemas, planetas tan grandes como Júpiter orbitan tan cerca de sus soles que su «año» dura solo unos días. La cercana estrella Alfa Centauri tiene un planeta del tamaño de la Tierra orbitando tan cerca que su «año» dura cuatro días terrestres.

Algunos planetas siguen órbitas excéntricas. Y hay un planeta que tiene cuatro soles en su cielo. Orbita una estrella binaria, que a su vez tiene otra estrella binaria en su órbita: en su cielo hay cuatro «soles».

Pero existe un interés especial en encontrar posibles «gemelos» de nuestra Tierra, planetas del mismo tamaño que orbiten estrellas semejantes al Sol, en órbitas con temperaturas en las que el agua ni entre en ebullición ni se congele.

La existencia de estos exoplanetas se ha deducido de manera indirecta, al detectar sus efectos sobre el brillo o el movimiento de las estrellas que orbitan. Sin embargo, nos gustaría ver esos planetas directamente, no solo sus sombras.

Y eso es muy difícil. Para hacerse una idea de la dificultad, supongamos que un astrónomo extraterrestre con un potente telescopio estuviera viendo la Tierra a, digamos, 30 años luz, la distancia de una estrella próxima. Nuestro planeta parecería, según la frase de Carl Sagan, un «punto azul pálido», muy próximo a una estrella nuestro Sol que es miles de millones de veces más brillante: una luciérnaga junto a una linterna.

Pero si los extraterrestres pudieran detectar la Tierra, apreciarían bastantes cosas. La sombra azulada variaría en función de si estuvieran situados frente al océano Pacífico o a la masa terrestre eurasiática.

Podrían deducir la duración del «día», las estaciones, si hay océanos, rudimentos de su topografía y su clima. Analizando la débil luz, podrían deducir que la Tierra tiene una biosfera. Los telescopios con que contamos ahora no nos permiten deducir gran cosa de planetas semejantes a la Tierra, aunque son capaces de determinar la luz de los júpiters que orbitan estrellas cercanas.

Pero todo apunta a que en la próxima década el telescopio espacial James Webb, un telescopio espacial con una lente de 6,5 metros de diámetro cuyo lanzamiento está previsto para , nos dará más información.

Mejor aún podría ser la próxima generación de telescopios terrestres gigantes. En un plazo de quince años, el telescopio E-ELT Telescopio Europeo Extremadamente Grande, un nombre muy poco imaginativo , que se está construyendo en la cima de una montaña en Chile con un espejo primario de 39 metros de ancho, podrá llegar a las mismas conclusiones acerca de planetas del tamaño de nuestra Tierra orbitando otras estrellas semejantes al Sol.

Hay en gestación dos telescopios estadounidenses algo más pequeños. Muchos son «habitables», pero esto no significa que estén poblados, ni siquiera por las formas más primitivas de vida, y mucho menos por algo que pudiera considerarse «avanzado» o «inteligente».

No sabemos cómo empezó la vida en nuestro planeta, sigue siendo un misterio qué provocó la transición de una química compleja a las primeras entidades que se reproducían y metabolizaban y podían considerarse seres «vivos».

En esta transición podrían haber intervenido una combinación de circunstancias muy inusual. Por otro lado, algo similar podría haber sucedido en muchas de esas otras «Tierras». Sabemos desde tiempo atrás que el origen de la vida es uno de los grandes enigmas de la ciencia.

Pero hasta hace poco se había considerado demasiado complejo y no había atraído a demasiados científicos de alto nivel. Sin embargo, eso ha cambiado. Presiento que los bioquímicos nos darán pistas en una década o dos. Entonces sabremos cómo pudo surgir la vida y dónde investigar. Al considerar las posibilidades de encontrar vida en otra parte, dada nuestra actual ignorancia deberíamos tener la mente abierta acerca de lo que pueda surgir y las formas que podría adoptar.

Es importante no perder de vista la posibilidad de que haya vida no semejante a la terrestre en lugares que no se parecen a la Tierra. Pero tiene bastante sentido empezar por lo que sabemos la estrategia de «buscar bajo la farola» y desplegar todas las técnicas disponibles para descubrir si la atmósfera de algún exoplaneta muestra indicios de una biosfera, o de alguna forma de vida.

Aunque la vida simple fuera común, otra cosa es determinar sus posibilidades de evolucionar hacia algo que pudiéramos reconocer como inteligente, si es que las teorías de Darwin son trasladables a la inmensidad del cosmos. Tal vez el cosmos rebose de vida, o bien nuestra Tierra podría ser única entre los miles de millones de planetas que seguramente existen.

Pero, de haber surgido inteligencia en alguno de estos mundos, podría haberlo hecho antes que en la Tierra si se dio en un planeta orbitando una estrella más antigua que el Sol o evolucionado más rápidamente que aquí.

En consecuencia, la vida en otra parte podría haber desarrollado ya capacidades que superarían con creces las nuestras.

Estas reflexiones han generado un renovado interés por la búsqueda de indicios de extraterrestres. De hecho, un inversor ruso, Yuri Milner, se ha comprometido a donar millones de dólares en los próximos diez años para impulsar estas investigaciones.

Creo que las posibilidades de éxito son, en el mejor de los casos, muy limitadas. Aun así, este descubrimiento sería tan importante, no solo para la ciencia sino para nuestra percepción del lugar que ocupamos en el cosmos, que probablemente merece la pena arriesgarse.

Por supuesto que las conjeturas sobre vida avanzada o inteligente tienen menos fundamento que las que especulan con formas de vida más simples. Las predicciones más sólidas que podemos hacer se basan en lo que sucedió en la Tierra y lo que podría desarrollarse en un futuro remoto a partir de la vida terrestre.

Detectar una «señal» que fuera manifiestamente artificial sería un descubrimiento transcendental: nos indicaría que en algún lugar del cosmos hay entidades poseedoras de inteligencia y tecnología.

Si llegara a producirse una detección, ¿qué aspecto tendrían quienes la originaron? En la cultura popular, los extraterrestres suelen representarse con apariencia vagamente humanoide, por lo general bípedos, aunque a veces tienen tentáculos o antenas con ojos en los extremos.

Tal vez existan estas criaturas. Pero debo aclarar que ese no es el tipo de inteligencia extraterrestre que deberíamos esperar encontrar. La cambiante perspectiva sobre el futuro de la vida en la Tierra que acabo de describir es pertinente en toda discusión sobre búsqueda de inteligencia artificial SETI, por sus siglas en inglés y sugiere que deberíamos esperar algo muy distinto.

Los recientes avances en potencia computacional y robótica han suscitado un interés creciente en la posibilidad de que la inteligencia artificial pueda, en las próximas décadas, alcanzar y superar la capacidad humana en una gran variedad de tareas intelectuales y físicas. Esto nos llevará a una mejor comprensión de los mecanismos de aprendizaje, el pensamiento y la creatividad, además de propiciar un debate sobre la naturaleza de la consciencia ¿es una propiedad «emergente» o algo más específico?

También ha promovido fascinantes especulaciones éticas y filosóficas sobre qué formas de inteligencia inorgánica podríamos llegar a crear. Supongamos que hay muchos otros planetas en los que ha surgido vida y que en alguno de ellos se ha producido una evolución darwiniana similar a la de la Tierra.

Aun así, es altamente improbable que las fases clave en ambos hayan ido a la par. Si la aparición de inteligencia y tecnología en un planeta va mucho más retrasada que en la Tierra porque es un planeta más joven, o porque los «cuellos de botella» hacia la vida compleja, desde la célula a los organismos pluricelulares, por ejemplo, han tardado más en solucionarse allí que aquí , entonces ese planeta no puede tener vida extraterrestre inteligente.

Pero en otros planetas, la vida podría haber evolucionado más rápido. Es más, un planeta orbitando una estrella más antigua que el Sol podría habérsenos adelantado en miles de millones de años o más.

La historia de la civilización tecnológica humana se mide en siglos, y puede que en solo unos pocos siglos más los humanos hayan sido superados o trascendidos por una inteligencia inorgánica. Y lo más importante es que esta inteligencia inorgánica podría perdurar y evolucionar a lo largo de miles de millones de años.

Estas consideraciones nos sugieren que, si llegáramos a detectar vida extraterrestre, tendríamos muy pocas posibilidades de «captar» dicha inteligencia alienígena en el breve lapso de tiempo en el que aún conserve su forma orgánica.

Es mucho más probable que nos haya precedido y haya hecho la transición a formas electrónicas e inorgánicas hace ya tiempo. Por tanto, lo más probable es que una señal extraterrestre no nos llegue de una forma de vida orgánica o biológica.

Es decir, no de una «civilización» extraterrestre, sino de cerebros electrónicos inmensamente complejos y potentes. En particular, la costumbre de referirnos a «civilizaciones extraterrestres» puede resultar restrictiva.

Una «civilización» implica una sociedad de individuos. Por el contrario, los extraterrestres podrían ser una única inteligencia integrada. Pues que seguramente merezca la pena, a pesar de las probabilidades en contra y lo elevado de la apuesta.

Tal vez por eso debamos aplaudir el lanzamiento del proyecto Breakthrough Listen, de Yuri Milner, que llevará a cabo la más profunda y extensa búsqueda en la historia de vida tecnológica extraterrestre usando algunos de los telescopios ópticos y radiotelescopios más grandes del mundo.

Esperamos que otros instrumentos, como el radiotelescopio de Arecibo la enorme antena construida en el suelo de Puerto Rico , se unan a la misión. Estos telescopios se utilizarán para buscar transmisiones de radio no naturales procedentes de estrellas cercanas y lejanas, desde el plano de la Vía Láctea, desde el centro galáctico y desde las galaxias cercanas.

Buscarán emisiones en banda estrecha que no puedan proceder de ninguna fuente natural cósmica. Buscarán en una amplia frecuencia, de MHz a 50 GHz, usando avanzados equipos de procesamiento de señales desarrollados por un equipo con sede en la Universidad de California, Berkeley.

Este proyecto se basa en una tradición de búsqueda radioastronómica de inteligencia artificial que data de hace cincuenta años. Aunque podría haber indicios en otros anchos de banda, desde luego.

Por ejemplo, los impulsos láser serían un buen medio para comunicarse a distancias interestelares. Y los láseres más potentes ofrecen una técnica avanzada capaz de incrementar la velocidad de las naves espaciales. Y además se verían mejor. Pero en el proyecto Breakthrough Listen se usarán también telescopios ópticos.

Las iniciativas de búsqueda de inteligencia artificial buscan transmisiones electromagnéticas, en cualquier banda, que sean manifiestamente artificiales.

Lo más probable es que se tratara de un subproducto o incluso un fallo de funcionamiento de alguna máquina supercompleja que sobrepase con mucho nuestra comprensión y cuyo origen podría remontarse hasta seres orgánicos extraterrestres.

Estos seres podrían seguir existiendo en sus planetas de origen o podrían haberse extinguido mucho tiempo atrás. La única inteligencia cuyos mensajes podríamos decodificar sería la de una tal vez pequeña subcategoría que utilizara tecnología compatible con la nuestra.

Incluso si las señales fueran intencionadas, podríamos no reconocerlas como artificiales al no saber decodificarlas. Un técnico de radio familiarizado solo con amplitud-modulación podría tener serias dificultades a la hora de decodificar las comunicaciones inalámbricas actuales.

De hecho, las técnicas de compresión convierten las señales en algo muy parecido al ruido: en la medida en que una señal es predecible, hay más espacio para la compresión y se ahorra más energía en la transmisión. Así que podemos detectar un mensaje con significado, pero no reconocerlo.

Aunque la inteligencia esté ampliamente repartida por el cosmos, nosotros solo podríamos reconocer una pequeña y atípica fracción de ella. Puede que haya «cerebros» que codifiquen la realidad de modos inconcebibles para nosotros.

Otros podrían llevar vidas contemplativas en el fondo de algún océano planetario o flotando libremente en el espacio, sin hacer nada que delate su presencia. Tal vez la galaxia ya rebosa de vida avanzada y nuestros descendientes se incorporarán a una comunidad galáctica en calidad de «miembros jóvenes».

Por otro lado, es posible que nuestra Tierra sea única y las búsquedas no den resultado. Esto desanimaría a los investigadores. Pero tendría su ventaja: los humanos seríamos menos modestos desde el punto de vista cósmico. Nuestro pequeño planeta, este punto azul pálido que flota en el espacio, podría ser el lugar más importante de todo el cosmos.

Además estaríamos viviendo un momento único en la historia de la Tierra: nuestra especie tendría trascendencia cósmica por ser precursora en la transición hacia un mundo dominado por las máquinas que se prolongaría en el futuro remoto y se extendería mucho más allá de los confines de la Tierra.

Incluso si ahora estamos solos en el universo lo que desde luego supondría una gran decepción para el programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre , no significa que la vida vaya a ser siempre un mero «agente contaminante» en el cosmos.

El futuro de nuestro planeta adquiriría una importancia cósmica, y no sería «solo» una fuente de preocupación para los humanos. Puede que el proyecto Breakthrough Listen no resuelva esta cuestión transcendental, pero nos brinda una pequeña oportunidad de intentarlo, y hay tanto en juego que incluso esa pequeña oportunidad es mucho mejor que nada.

Como ya he subrayado, un viaje interestelar es, inherentemente, de larga duración, y por tanto y en mi opinión, una empresa para poshumanos evolucionados a partir de nuestra especie, no mediante selección natural, sino por diseño. Podrían estar creados a partir de silicio o ser criaturas orgánicas que hubieran ganado la batalla a la muerte o perfeccionado las técnicas de hibernación o animación suspendida.

Incluso aquellos que no comparten la idea de la singularidad para mediados de siglo, esperarán un ritmo sostenido, si no acelerado, de innovación en biotecnología, nanotecnología y ciencia informática que lleve a la creación de entidades con intelectos sobrehumanos en unos pocos siglos.

Los primeros viajeros a las estrellas no serán humanos, tal vez tampoco orgánicos. Serán criaturas con un ciclo vital ajustado al viaje. Los eones que se tarda en atravesar la galaxia no son disuasorios para seres inmortales.

Antes de abandonar la Tierra, los viajeros deben saber lo que les espera al final del viaje y qué destinos parecen más prometedores.

Esta información procederá de estudios en los que se habrán utilizado gigantescos telescopios aún no inventados. Pero sobre todo sabrán si sus lugares de destino están poblados o no, y las sondas robóticas habrán localizado y buscado biosferas o planetas susceptibles de ser «terraformados » y, por tanto, habitables.

Todo esto podría suceder, pero ¿habrá motivación suficiente? No podemos predecir qué objetivos inescrutables impulsarán a los poshumanos. Pero la motivación decaerá seguramente si resulta difícil encontrar biosferas.

Los primeros exploradores europeos que se aventuraron a cruzar el Pacífico iban mucho más a ciegas que cualquier explorador del futuro y se enfrentaban a peligros más temibles.

No había expediciones precedentes que permitieran hacer mapas, algo de lo que sí dispondrán los aventureros del espacio. Los viajeros espaciales del futuro siempre podrán comunicarse con la Tierra aunque con cierto desfase temporal.

Si las sondas precursoras revelan que, en efecto, hay maravillas por explorar, existirá un motivo convincente, del mismo modo que al capitán Cook lo motivaron la biodiversidad y belleza de las islas del Pacífico. Pero si no hay más que paisaje baldío, las motivaciones serán puramente expansionistas, en busca de recursos y energía.

Y eso es mejor dejarlo en manos de robots. También resultaría demasiado antropocéntrico limitar el interés a planetas semejantes a la Tierra.

Los escritores de ciencia ficción tienen otras ideas: criaturas en forma de globo flotando en las densas atmósferas de planetas similares a Júpiter, enjambres de insectos inteligentes, robots a nanoescala, etcétera. Quizá la vida pueda florecer incluso en un planeta perdido en la oscuridad helada del espacio interestelar, cuya principal fuente de calor proceda de su radioactividad interna el proceso que calienta el núcleo de la Tierra.

Y si existe vida extraterrestre avanzada, lo más probable es que no esté en un planeta, sino flotando en el espacio interestelar.

De hecho, puede haber rastro de vida en un planeta una vez que su estrella central, su sol, se apague, cuando se agoten sus reservas de hidrógeno y sus capas exteriores se desprendan.

Estas consideraciones nos recuerdan lo efímero de los mundos habitados y el imperativo vital de liberarse en algún momento de sus ataduras.

Quizá un día encontremos extraterrestres. Por otro lado, la búsqueda de inteligencia artificial puede fracasar. Es posible que la compleja biosfera de la Tierra sea algo único.

Pero esto no relega la vida a un papel secundario desde el punto de vista cósmico. La evolución no ha hecho más que empezar. Nuestro sistema solar ha alcanzado aproximadamente la mitad de su ciclo y, si la especie humana consigue no autodestruirse, la era poshumana acabará llegando.

Entidades inteligentes, descendientes de la vida en la Tierra, podrían desplegarse por toda la galaxia, evolucionando hacia seres tan complejos que ni tan siquiera podemos concebirlos.

De ser así, nuestro pequeño planeta, este punto azul pálido flotando en el espacio, podría ser el lugar más importante de toda la galaxia, y los primeros viajeros interestelares que partan de él tendrán una misión cuyas consecuencias resonarán en toda la galaxia e incluso más allá.

En términos cosmológicos o, más bien, en un esquema temporal darwiniano , un milenio no es más que un instante. Así pues, vamos a darle a la tecla de fast forward y avanzar, no unos siglos, ni siquiera unos milenios, sino millones de veces más que eso, a escala «astronómica».

La «ecología» del nacimiento y la muerte de las estrellas en nuestra galaxia se producirá a un ritmo cada vez más lento, hasta dispararse como resultado de la «conmoción ambiental» de una colisión con Andrómeda, tal vez dentro de cuatro mil millones de años.

Los restos de nuestra galaxia, Andrómeda y sus compañeras de menor tamaño, que constituirían lo que denominaremos el Grupo Local, se agruparán en una galaxia amorfa. A medida que se expanda, el universo observable estará más desierto y solitario.

Las galaxias lejanas no solo se seguirán alejando, sino que lo harán cada vez más rápido hasta desaparecer, como objetos que se precipitan por un agujero negro y encuentran un horizonte, más allá del cual desaparecen de la vista y del alcance causal.

Pero algunos restos de nuestro Grupo Local podrían durar mucho más, tal vez lo bastante como para que todos los átomos que una vez estuvieron en las estrellas y los gases se transformen en estructuras tan complejas como un organismo vivo o un chip de silicio, pero a escala cósmica.

Aun así, incluso estas especulaciones son, en cierta medida, conservadoras. Yo he supuesto que el universo se expandirá a una velocidad que ninguna entidad futura tendrá el poder de alterar. Y que en principio todo se puede entender como una manifestación de las leyes básicas que gobiernan las partículas, el espacio y el tiempo descubiertas por la ciencia del siglo xxi.

Algunos científicos especulativos predicen una ingeniería a escala estelar capaz de crear agujeros negros y agujeros de gusano, conceptos que rebasan cualquier capacidad tecnológica concebible ahora mismo, pero que no entran en contradicción con estas leyes físicas básicas.

Sin embargo, ¿hay nuevas «leyes» esperando a ser descubiertas? Sabemos muy bien que nuestro conocimiento del espacio y del tiempo es incompleto. La relatividad de Einstein y los principios cuánticos son los dos pilares de la física del siglo xx, pero formular una teoría que las unifique es una tarea pendiente para los físicos del siglo xxi.

Las ideas actuales sugieren que hay misterios incluso en la entidad aparentemente más simple, el «mero» espacio vacío. El espacio puede tener una estructura compleja, pero a una escala de un billón de billones de veces más pequeña que un átomo.

Según la teoría de cuerdas, cada «punto» de nuestro espacio ordinario, observado a esta escala amplificada, parecería un origami muy apretado con algunas dimensiones añadidas. Esta teoría quizá explique por qué el espacio vacío puede ejercer el «impulso» que acelera la expansión cósmica, y si ese «impulso» continuará o puede ser revertido.

También nos permitirá reconstruir el verdadero origen, una era de densidades tan extremas en la que fluctuaciones cuánticas pueden sacudir el universo entero, y saber si nuestro Big Bang fue el único.

Pero él sabía que lo más importante no era la fama o el reconocimiento, sino haber cumplido su sueño y demostrarle a todos que los sueños pueden En cambio, la tecnología de sensores, el reconocimiento de voz, las búsquedas de información y otras están avanzando con rapidez. De momento no pueden reconocimiento a su valentía y determinación durante el viaje. "Queridos niños, han demostrado ser verdaderos exploradores emocionales

Reconocimiento Viaje Estelar - Viaje estelar es un evento de la versión 21 de octubre de al 31 de octubre de Haber alcanzado el Rango de Aventura 30 o Pero él sabía que lo más importante no era la fama o el reconocimiento, sino haber cumplido su sueño y demostrarle a todos que los sueños pueden En cambio, la tecnología de sensores, el reconocimiento de voz, las búsquedas de información y otras están avanzando con rapidez. De momento no pueden reconocimiento a su valentía y determinación durante el viaje. "Queridos niños, han demostrado ser verdaderos exploradores emocionales

Lucas no podía creerlo. Esta era su oportunidad de demostrarle al mundo que sus sueños eran posibles. Con la ayuda de Don Pedro, quien había sido astronauta en su juventud, Lucas se preparó intensamente para el concurso. Llegó el gran día y Lucas se presentó ante los jueces junto a otros aspirantes.

La competencia era feroz, pero él estaba decidido a dar lo mejor de sí mismo. Después de varias pruebas físicas y exámenes teóricos, finalmente anunciaron al ganador del concurso: ¡era Lucas!

Su esfuerzo y dedicación habían dado frutos. A partir de ese momento, la vida de Lucas cambió por completo. Viajó a Estados Unidos para recibir una educación especializada en astronautica y luego fue seleccionado para formar parte de una misión espacial.

El día del lanzamiento llegó y Lucas se despidió emocionado de su familia y amigos. Subió al cohete acompañado por otros astronautas valientes y juntos emprendieron un viaje hacia las estrellas. Durante meses estuvieron en el espacio explorando nuevos planetas y realizando experimentos científicos increíbles.

Lucas cumplió su sueño de flotar en gravedad cero y ver la Tierra desde lejos. Y cada vez que miraba al cielo recordaba aquellos días en los que soñaba con ser astronauta siendo tan solo un niño. Finalmente, llegó el día de regresar a casa.

Lucas aterrizó en su pueblo natal y fue recibido como un héroe. Pero él sabía que lo más importante no era la fama o el reconocimiento, sino haber cumplido su sueño y demostrarle a todos que los sueños pueden hacerse realidad si uno se esfuerza lo suficiente.

Desde aquel día, Lucas siguió inspirando a otros niños con sus experiencias en el espacio. Les enseñaba que nunca debían dejar de soñar y luchar por aquello que realmente amaban. Y así, gracias al niño llamado Lucas, muchos otros pequeños también comenzaron a mirar al cielo con esperanza e ilusión, soñando con convertirse algún día en astronautas y explorar los misterios del universo.

Skip to content. Dejanos tus comentarios sobre el Cuentito. Continuaron su viaje por otros planetas como el Planeta de la Tristeza, donde aprendieron a aceptar y superar la tristeza; el Planeta de la Ira, donde descubrieron técnicas para controlar su enojo; y el Planeta del Amor, donde comprendieron la importancia de amarse a sí mismos y a los demás.

Con cada planeta visitado, los niños adquirían sabiduría emocional y habilidades para lidiar con las diferentes situaciones en sus vidas cotidianas.

Finalmente, regresaron al jardín de infantes con corazones llenos de conocimiento y experiencias únicas en sus pequeñas manos. La señorita Laura les dio a cada niño una medalla especial, en reconocimiento a su valentía y determinación durante el viaje.

Espero que siempre recuerden lo que han aprendido aquí y apliquen estos conocimientos en sus vidas diarias"- dijo la señorita Laura con orgullo. Los niños se despidieron de Seraphina y agradecieron a la señorita Laura por esta increíble aventura.

Sabían que nunca olvidarían el viaje al mundo galáctico de las emociones y cómo había cambiado sus vidas para siempre. Y así, los niños de Villa Emociona continuaron creciendo, explorando y compartiendo su sabiduría emocional con el mundo entero.

Porque habían aprendido que las emociones son hermosas y poderosas, siempre y cuando sepamos cómo manejarlas adecuadamente.

Skip to content. Verán lo valientes que son"- dijo Seraphina con ternura. Dejanos tus comentarios sobre el Cuentito. Please enable JavaScript in your browser to complete this form. Calidad del Cuento Puntaje: 1.

Calidad de las ilustraciones Puntaje: 0. Me interesaría recibir el Cuentito impreso. Comentarios generales. Enviar feedback. El increíble viaje del conocimiento. El Futuro de Nuestros Sueños.

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🎧VIAJE ASTRAL Meditación Guiada para la EXPERIENCIA EXTRACORPORAL - TODOS los NIVELES - Música 432Hz Una Reconkcimiento implica una sociedad Rdconocimiento individuos. Eshelar satélite Reconocimiento Viaje Estelar Participación Instantánea Gratis debe su nombre a Johannes Kepler. Así que, Reconocimiento Viaje Estelar dónde quieres dirigirte? En ella se explica desde cómo capturar una imagen sencilla y sin instrumentación —de constelaciones, meteoritos, cometas, eclipses Aun así, es altamente improbable que las fases clave en ambos hayan ido a la par. La Máquina de los Juguetes. Viajes interestelares y poshumanos

By Daizil

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