Reconocimiento Viaje Interplanetario

Kurzweil cree que los humanos podrían trascender la biología, fusionándose con ordenadores. Dicho en jerga espiritista, se «pasarían al otro lado».

Pocos dudan de que las máquinas poco a poco irán superando cada vez más nuestras habilidades distintivamente humanas, o que las perfeccionarán mediante la tecnología cíborg.

Las discrepancias se centran básicamente en la escala temporal, es decir, en la velocidad de progreso, no en su dirección.

Algunos creen que habrá una «eclosión de inteligencia» durante este siglo. Los más cautos opinamos que estas transformaciones pueden demorarse siglos.

Pero varios siglos son un instante comparados con la escala temporal de la selección darwiniana que condujo al nacimiento de la humanidad.

Y, lo que es más importante, supone menos de una millonésima parte del tiempo que tenemos por delante. Así pues, creo que se trata de un futuro a largo plazo. Existen límites químicos y metabólicos en cuanto al tamaño y el poder de procesamiento del hardware de nuestro cerebro orgánico.

Es posible que los humanos estemos ya cerca de alcanzar nuestros límites. En cambio, los ordenadores electrónicos carecen de dichas limitaciones y los ordenadores cuánticos quizá aún menos. Para ellos, el potencial de desarrollo podría ser tan asombroso como lo fue la evolución de los humanos a partir de organismos monocelulares.

Sea cual sea la definición que demos de «pensamiento», la cantidad e intensidad de la actividad de la que son capaces los cerebros orgánicos de tipo humano quedará completamente eclipsada por la actividad mental de la inteligencia artificial.

Es más, la evolución hacia una complejidad cada vez mayor se dará a una escala de tiempo tecnológica, mucho más veloz que la lenta selección darwiniana que ha marcado la evolución en la Tierra hasta ahora.

Esta inteligencia poshumana seguramente se extenderá mucho más allá de la Tierra. Por eso, ahora hablaré de las perspectivas de la tecnología espacial.

Este es un terreno en el que, a pesar de los vuelos espaciales humanos, los robots ya son protagonistas. En los dos últimos años hemos visto la nave espacial Rosetta de la ESA Agencia Espacial Europea depositar un robot en la superficie de un cometa.

Y la sonda New Horizons de la NASA nos ha enviado espectaculares imágenes de Plutón, que está diez mil veces más lejos que la Luna.

Estos dos instrumentos fueron diseñados y construidos hace quince años, se necesitaron cinco años para su construcción y diez para que llegaran a sus remotos destinos. Imaginen cómo podríamos mejorar esto hoy en día. Voy a aventurar la previsión de que, a lo largo de este siglo, flotillas de pequeñas naves robóticas explorarán y cartografiarán la totalidad del sistema solar planetas, lunas y asteroides.

El paso siguiente será la minería y fabricación en el espacio. Y fabricar en el espacio es hacer un uso eficaz de los materiales extraídos de los asteroides en lugar de traerlos de vuelta a la Tierra. Todo objeto hecho por el hombre que hay ahora mismo en el espacio ha tenido que ser enviado desde la Tierra.

Pero, a medida que avance el siglo, gigantescas fábricas robóticas serán capaces de instalar enormes placas solares y desmesuradas redes informáticas en el espacio. Los sucesores del telescopio Hubble, con enormes y delgadísimos espejos ensamblados en condiciones de gravedad cero, ampliarán aún más nuestra visión de las estrellas, las galaxias y la inmensidad del cosmos.

No se puede negar que el robot Curiosity de la NASA, que ahora avanza a trompicones entre los cráteres marcianos, podría detectar descubrimientos sorprendentes que quizá no pasarían desapercibidos para un geólogo humano. Pero las técnicas robóticas avanzan deprisa, lo que permite construir sondas no tripuladas cada vez más sofisticadas, mientras que la diferencia de costes entre misiones tripuladas y no tripuladas sigue siendo inmensa.

La necesidad práctica de que los vuelos espaciales sean tripulados disminuye a medida que avanzan la robótica y la miniaturización yo mismo, como científico y hombre práctico, apenas veo utilidad en enviar personas al espacio , aunque como ser humano soy un entusiasta de las misiones tripuladas.

Y tengo edad suficiente para revivir la emoción que me produjeron el programa Apolo y el «pequeño paso» que dio Neil Armstrong en la superficie lunar allá por Los últimos hombres que pisaron la Luna regresaron en Desde entonces, centenares de humanos han ido al espacio, pero solo a orbitar alrededor de la Tierra, a unos cientos de kilómetros de la superficie, y muchos de ellos en la costosísima, pero aburrida, Estación Espacial Internacional.

Espero que personas que hoy están vivas lleguen a poner un pie en Marte, como aventura y como un paso más hacia las estrellas. Puede que sean los chinos: China cuenta con recursos, un gobierno dirigista y tal vez la voluntad de embarcarse en un programa tipo Apolo.

Y China tendría que intentar ir a Marte, no solo a la Luna, si quiere consolidar su estatus de superpotencia con una «hazaña espacial».

Limitarse a continuar lo que Estados Unidos consiguió hace cincuenta años antes no le bastaría para ponerse a su altura. A menos que las motive el mero prestigio y estén financiadas por superpotencias, las misiones tripuladas más allá de la Luna tendrán que ser empresas de presupuesto reducido, dispuestas a asumir altos riesgos, quizá incluso «viajes solo de ida».

Estas misiones tendrán financiación privada, ya que ninguna agencia gubernamental occidental expondría a civiles a semejantes peligros. A pesar de los riesgos, seguro que habría muchos voluntarios, impulsados por los mismos motivos que en su día animaron a los primeros exploradores, a los montañeros, etcétera.

Ya existen empresas privadas que ofrecen vuelos orbitales. Aventureros ricos reservan viajes de una semana de duración a la cara oculta de la Luna en los que se alejarán de la Tierra más de lo que nadie haya hecho antes pero evitando el riesgo que supone alunizar y tener que despegar después.

He sabido que se ha vendido un billete para el segundo vuelo, pero ninguno para el primero. Y es posible que Dennis Tito, exastronauta y empresario, que planea enviar gente a Marte y traerla sin posarse en la superficie, no esté tan loco.

Supondría pasar estresantes días metidos en una cápsula espacial. La tripulación ideal sería una pareja estable de mediana edad, lo bastante mayor para asumir altas dosis de radiación.

Y hay otro proyecto que permitiría apearse en Marte, pero para quedarse, sin viaje de vuelta. Tal vez debamos aplaudir estas iniciativas privadas en el espacio, puesto que pueden asumir riesgos que un gobierno occidental no podría permitirse en proyectos financiados con dinero público y, por eso, sus costes serían más reducidos que los de la NASA o la ESA.

Eso sí, estas iniciativas deben ser anunciadas como aventuras o deportes extremos, evitando la expresión «turismo espacial», que infunde en el público una confianza muy poco realista. Para , valerosos pioneros del talante de, por ejemplo, Felix Baumgartner, que rompió la barrera del sonido lanzándose en caída libre desde un globo a gran altitud, pueden haber establecido «bases» independientes de la Tierra, en Marte o quizá en algún asteroide.

El propio Elon Musk, de cuarenta y cinco años, dice que quiere morir en Marte, pero no de un impacto. El desarrollo de comunidades autosuficientes en lugares muy lejos de la Tierra también aseguraría la supervivencia de formas de vida avanzadas, incluso en el caso de que nuestro planeta sufriera la peor de las catástrofes.

Pero no se prevé una emigración masiva desde la Tierra. No hay ningún lugar en nuestro sistema solar que ofrezca un entorno habitable, comparable siquiera a la Antártida o la cima del Everest.

Pensar que el espacio es la solución a los problemas de la Tierra es una fantasía peligrosa. No existe el «planeta B». La exploración humana quedará restringida a los planetas y lunas de nuestro sistema solar.

La razón es que el tiempo de tránsito a otras estrellas usando las tecnologías conocidas excede la esperanza de vida de los humanos, y así va a seguir siendo, aunque se puedan llegar a desarrollar futuristas formas de propulsión, mediante el uso de energía nuclear, aniquilación partícula-antipartícula o presión generada por gigantescos rayos láser.

Los viajes interestelares, excepto para sondas no tripuladas, muestras de ADN, etcétera, por tanto, son una empresa para poshumanos. Podrían ser criaturas orgánicas o cíborgs que hubieran ganado la batalla a la muerte o perfeccionado las técnicas de hibernación o animación suspendida.

Un viaje de miles de años es pan comido si eres un ser semiinmortal y no estás limitado a una vida de duración humana.

Y las máquinas de inteligencia humana podrían prosperar aún más. En efecto, la biosfera de la Tierra, en la que la vida orgánica ha evolucionado simbióticamente, no es esencial para una inteligencia artificial avanzada. De hecho, está lejos de ser idónea: el espacio interplanetario o interestelar, un medio hostil para los humanos, será el terreno óptimo en el que los «cerebros» no biológicos podrían, en un futuro lejano, construir gigantescos complejos excavando en lunas y asteroides.

Una vez allí, estos intelectos poshumanos desarrollarán conocimientos tan alejados de nuestra imaginación como lo está la teoría de cuerdas para un ratón. Estas consideraciones tienen efectos transformadores en nuestra percepción de la importancia cósmica de la Tierra.

Aun cuando la vida inteligente fuera privativa de la Tierra, no hay que concluir por ello que se trate de una insignificancia en la inmensidad del cosmos. Eso nos puede parecer hoy, pero en los miles de millones de años que quedan por delante las especies poshumanas o las máquinas creadas por ellas tendrán tiempo de sobra para extenderse por toda la galaxia.

Puede haber organismos simples en Marte, o tal vez fósiles congelados de criaturas que vivieron en el planeta en una fase temprana de este. Y, por supuesto, podría haber también vida flotando en los océanos cubiertos de hielo de Europa, el satélite de Júpiter, o en la luna Encélado de Saturno.

Pero pocos apostarían por ello y desde luego nadie espera que exista una biosfera compleja en tales lugares. Por eso tenemos que mirar hacia estrellas más lejanas, fuera del alcance de las sondas que ahora mismo somos capaces de construir.

Y aquí las perspectivas son mucho más halagüeñas: hemos sabido que hay, dentro de nuestra Vía Láctea, millones, incluso miles de millones de planetas que recuerdan a la Tierra en su juventud. En los últimos veinte años, sobre todo en los cinco últimos, el cielo nocturno se ha vuelto mucho más interesante y tentador para los exploradores.

Los astrónomos han descubierto que muchas estrellas, tal vez incluso la mayoría, están orbitadas por planetas, igual que lo está el Sol. Estos planetas no son detectados directamente, sino que revelan su presencia por los efectos que tienen en su estrella anfitriona y se pueden localizar gracias a mediciones de gran precisión: pequeños movimientos periódicos en la estrella inducidos por la gravedad de un planeta en órbita y atenuaciones leves y recurrentes del brillo de un astro cuando un planeta transita delante de él bloqueando una pequeña fracción de su luz.

El satélite Kepler de la NASA monitorizó el brillo de Se sabe que algunas estrellas tienen hasta siete planetas en su órbita, y también que los sistemas planetarios muestran una variedad sorprendente.

Es posible que nuestro sistema solar sea cualquier cosa menos típico. En algunos sistemas, planetas tan grandes como Júpiter orbitan tan cerca de sus soles que su «año» dura solo unos días.

La cercana estrella Alfa Centauri tiene un planeta del tamaño de la Tierra orbitando tan cerca que su «año» dura cuatro días terrestres. Algunos planetas siguen órbitas excéntricas. Y hay un planeta que tiene cuatro soles en su cielo. Orbita una estrella binaria, que a su vez tiene otra estrella binaria en su órbita: en su cielo hay cuatro «soles».

Pero existe un interés especial en encontrar posibles «gemelos» de nuestra Tierra, planetas del mismo tamaño que orbiten estrellas semejantes al Sol, en órbitas con temperaturas en las que el agua ni entre en ebullición ni se congele.

La existencia de estos exoplanetas se ha deducido de manera indirecta, al detectar sus efectos sobre el brillo o el movimiento de las estrellas que orbitan.

Sin embargo, nos gustaría ver esos planetas directamente, no solo sus sombras. Y eso es muy difícil. Para hacerse una idea de la dificultad, supongamos que un astrónomo extraterrestre con un potente telescopio estuviera viendo la Tierra a, digamos, 30 años luz, la distancia de una estrella próxima.

Nuestro planeta parecería, según la frase de Carl Sagan, un «punto azul pálido», muy próximo a una estrella nuestro Sol que es miles de millones de veces más brillante: una luciérnaga junto a una linterna.

Pero si los extraterrestres pudieran detectar la Tierra, apreciarían bastantes cosas. La sombra azulada variaría en función de si estuvieran situados frente al océano Pacífico o a la masa terrestre eurasiática. Podrían deducir la duración del «día», las estaciones, si hay océanos, rudimentos de su topografía y su clima.

Analizando la débil luz, podrían deducir que la Tierra tiene una biosfera. Los telescopios con que contamos ahora no nos permiten deducir gran cosa de planetas semejantes a la Tierra, aunque son capaces de determinar la luz de los júpiters que orbitan estrellas cercanas. Pero todo apunta a que en la próxima década el telescopio espacial James Webb, un telescopio espacial con una lente de 6,5 metros de diámetro cuyo lanzamiento está previsto para , nos dará más información.

Mejor aún podría ser la próxima generación de telescopios terrestres gigantes. En un plazo de quince años, el telescopio E-ELT Telescopio Europeo Extremadamente Grande, un nombre muy poco imaginativo , que se está construyendo en la cima de una montaña en Chile con un espejo primario de 39 metros de ancho, podrá llegar a las mismas conclusiones acerca de planetas del tamaño de nuestra Tierra orbitando otras estrellas semejantes al Sol.

Hay en gestación dos telescopios estadounidenses algo más pequeños. Muchos son «habitables», pero esto no significa que estén poblados, ni siquiera por las formas más primitivas de vida, y mucho menos por algo que pudiera considerarse «avanzado» o «inteligente».

No sabemos cómo empezó la vida en nuestro planeta, sigue siendo un misterio qué provocó la transición de una química compleja a las primeras entidades que se reproducían y metabolizaban y podían considerarse seres «vivos». En esta transición podrían haber intervenido una combinación de circunstancias muy inusual.

Por otro lado, algo similar podría haber sucedido en muchas de esas otras «Tierras». Sabemos desde tiempo atrás que el origen de la vida es uno de los grandes enigmas de la ciencia.

Pero hasta hace poco se había considerado demasiado complejo y no había atraído a demasiados científicos de alto nivel. Sin embargo, eso ha cambiado. Presiento que los bioquímicos nos darán pistas en una década o dos. Entonces sabremos cómo pudo surgir la vida y dónde investigar. Al considerar las posibilidades de encontrar vida en otra parte, dada nuestra actual ignorancia deberíamos tener la mente abierta acerca de lo que pueda surgir y las formas que podría adoptar.

Es importante no perder de vista la posibilidad de que haya vida no semejante a la terrestre en lugares que no se parecen a la Tierra. Pero tiene bastante sentido empezar por lo que sabemos la estrategia de «buscar bajo la farola» y desplegar todas las técnicas disponibles para descubrir si la atmósfera de algún exoplaneta muestra indicios de una biosfera, o de alguna forma de vida.

Aunque la vida simple fuera común, otra cosa es determinar sus posibilidades de evolucionar hacia algo que pudiéramos reconocer como inteligente, si es que las teorías de Darwin son trasladables a la inmensidad del cosmos. Tal vez el cosmos rebose de vida, o bien nuestra Tierra podría ser única entre los miles de millones de planetas que seguramente existen.

Pero, de haber surgido inteligencia en alguno de estos mundos, podría haberlo hecho antes que en la Tierra si se dio en un planeta orbitando una estrella más antigua que el Sol o evolucionado más rápidamente que aquí. En consecuencia, la vida en otra parte podría haber desarrollado ya capacidades que superarían con creces las nuestras.

Estas reflexiones han generado un renovado interés por la búsqueda de indicios de extraterrestres. De hecho, un inversor ruso, Yuri Milner, se ha comprometido a donar millones de dólares en los próximos diez años para impulsar estas investigaciones.

Creo que las posibilidades de éxito son, en el mejor de los casos, muy limitadas. Aun así, este descubrimiento sería tan importante, no solo para la ciencia sino para nuestra percepción del lugar que ocupamos en el cosmos, que probablemente merece la pena arriesgarse. Por supuesto que las conjeturas sobre vida avanzada o inteligente tienen menos fundamento que las que especulan con formas de vida más simples.

Las predicciones más sólidas que podemos hacer se basan en lo que sucedió en la Tierra y lo que podría desarrollarse en un futuro remoto a partir de la vida terrestre. Detectar una «señal» que fuera manifiestamente artificial sería un descubrimiento transcendental: nos indicaría que en algún lugar del cosmos hay entidades poseedoras de inteligencia y tecnología.

Si llegara a producirse una detección, ¿qué aspecto tendrían quienes la originaron? En la cultura popular, los extraterrestres suelen representarse con apariencia vagamente humanoide, por lo general bípedos, aunque a veces tienen tentáculos o antenas con ojos en los extremos.

Tal vez existan estas criaturas. Pero debo aclarar que ese no es el tipo de inteligencia extraterrestre que deberíamos esperar encontrar. La cambiante perspectiva sobre el futuro de la vida en la Tierra que acabo de describir es pertinente en toda discusión sobre búsqueda de inteligencia artificial SETI, por sus siglas en inglés y sugiere que deberíamos esperar algo muy distinto.

Los recientes avances en potencia computacional y robótica han suscitado un interés creciente en la posibilidad de que la inteligencia artificial pueda, en las próximas décadas, alcanzar y superar la capacidad humana en una gran variedad de tareas intelectuales y físicas.

Esto nos llevará a una mejor comprensión de los mecanismos de aprendizaje, el pensamiento y la creatividad, además de propiciar un debate sobre la naturaleza de la consciencia ¿es una propiedad «emergente» o algo más específico?

También ha promovido fascinantes especulaciones éticas y filosóficas sobre qué formas de inteligencia inorgánica podríamos llegar a crear.

Supongamos que hay muchos otros planetas en los que ha surgido vida y que en alguno de ellos se ha producido una evolución darwiniana similar a la de la Tierra. Aun así, es altamente improbable que las fases clave en ambos hayan ido a la par. Si la aparición de inteligencia y tecnología en un planeta va mucho más retrasada que en la Tierra porque es un planeta más joven, o porque los «cuellos de botella» hacia la vida compleja, desde la célula a los organismos pluricelulares, por ejemplo, han tardado más en solucionarse allí que aquí , entonces ese planeta no puede tener vida extraterrestre inteligente.

Pero en otros planetas, la vida podría haber evolucionado más rápido. Es más, un planeta orbitando una estrella más antigua que el Sol podría habérsenos adelantado en miles de millones de años o más.

La historia de la civilización tecnológica humana se mide en siglos, y puede que en solo unos pocos siglos más los humanos hayan sido superados o trascendidos por una inteligencia inorgánica. Y lo más importante es que esta inteligencia inorgánica podría perdurar y evolucionar a lo largo de miles de millones de años.

Estas consideraciones nos sugieren que, si llegáramos a detectar vida extraterrestre, tendríamos muy pocas posibilidades de «captar» dicha inteligencia alienígena en el breve lapso de tiempo en el que aún conserve su forma orgánica.

Es mucho más probable que nos haya precedido y haya hecho la transición a formas electrónicas e inorgánicas hace ya tiempo. Por tanto, lo más probable es que una señal extraterrestre no nos llegue de una forma de vida orgánica o biológica. Es decir, no de una «civilización» extraterrestre, sino de cerebros electrónicos inmensamente complejos y potentes.

En particular, la costumbre de referirnos a «civilizaciones extraterrestres» puede resultar restrictiva. Una «civilización» implica una sociedad de individuos. Por el contrario, los extraterrestres podrían ser una única inteligencia integrada.

Pues que seguramente merezca la pena, a pesar de las probabilidades en contra y lo elevado de la apuesta. Tal vez por eso debamos aplaudir el lanzamiento del proyecto Breakthrough Listen, de Yuri Milner, que llevará a cabo la más profunda y extensa búsqueda en la historia de vida tecnológica extraterrestre usando algunos de los telescopios ópticos y radiotelescopios más grandes del mundo.

Esperamos que otros instrumentos, como el radiotelescopio de Arecibo la enorme antena construida en el suelo de Puerto Rico , se unan a la misión. Estos telescopios se utilizarán para buscar transmisiones de radio no naturales procedentes de estrellas cercanas y lejanas, desde el plano de la Vía Láctea, desde el centro galáctico y desde las galaxias cercanas.

Buscarán emisiones en banda estrecha que no puedan proceder de ninguna fuente natural cósmica. Buscarán en una amplia frecuencia, de MHz a 50 GHz, usando avanzados equipos de procesamiento de señales desarrollados por un equipo con sede en la Universidad de California, Berkeley.

Este proyecto se basa en una tradición de búsqueda radioastronómica de inteligencia artificial que data de hace cincuenta años.

Aunque podría haber indicios en otros anchos de banda, desde luego. Por ejemplo, los impulsos láser serían un buen medio para comunicarse a distancias interestelares. Y los láseres más potentes ofrecen una técnica avanzada capaz de incrementar la velocidad de las naves espaciales.

Y además se verían mejor. Pero en el proyecto Breakthrough Listen se usarán también telescopios ópticos. Las iniciativas de búsqueda de inteligencia artificial buscan transmisiones electromagnéticas, en cualquier banda, que sean manifiestamente artificiales.

Lo más probable es que se tratara de un subproducto o incluso un fallo de funcionamiento de alguna máquina supercompleja que sobrepase con mucho nuestra comprensión y cuyo origen podría remontarse hasta seres orgánicos extraterrestres. Estos seres podrían seguir existiendo en sus planetas de origen o podrían haberse extinguido mucho tiempo atrás.

La única inteligencia cuyos mensajes podríamos decodificar sería la de una tal vez pequeña subcategoría que utilizara tecnología compatible con la nuestra. Incluso si las señales fueran intencionadas, podríamos no reconocerlas como artificiales al no saber decodificarlas.

Un técnico de radio familiarizado solo con amplitud-modulación podría tener serias dificultades a la hora de decodificar las comunicaciones inalámbricas actuales. De hecho, las técnicas de compresión convierten las señales en algo muy parecido al ruido: en la medida en que una señal es predecible, hay más espacio para la compresión y se ahorra más energía en la transmisión.

Así que podemos detectar un mensaje con significado, pero no reconocerlo. Aunque la inteligencia esté ampliamente repartida por el cosmos, nosotros solo podríamos reconocer una pequeña y atípica fracción de ella. Puede que haya «cerebros» que codifiquen la realidad de modos inconcebibles para nosotros.

Otros podrían llevar vidas contemplativas en el fondo de algún océano planetario o flotando libremente en el espacio, sin hacer nada que delate su presencia.

Tal vez la galaxia ya rebosa de vida avanzada y nuestros descendientes se incorporarán a una comunidad galáctica en calidad de «miembros jóvenes». Por otro lado, es posible que nuestra Tierra sea única y las búsquedas no den resultado.

Esto desanimaría a los investigadores. Pero tendría su ventaja: los humanos seríamos menos modestos desde el punto de vista cósmico. Nuestro pequeño planeta, este punto azul pálido que flota en el espacio, podría ser el lugar más importante de todo el cosmos. Además estaríamos viviendo un momento único en la historia de la Tierra: nuestra especie tendría trascendencia cósmica por ser precursora en la transición hacia un mundo dominado por las máquinas que se prolongaría en el futuro remoto y se extendería mucho más allá de los confines de la Tierra.

Incluso si ahora estamos solos en el universo lo que desde luego supondría una gran decepción para el programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre , no significa que la vida vaya a ser siempre un mero «agente contaminante» en el cosmos. El futuro de nuestro planeta adquiriría una importancia cósmica, y no sería «solo» una fuente de preocupación para los humanos.

Puede que el proyecto Breakthrough Listen no resuelva esta cuestión transcendental, pero nos brinda una pequeña oportunidad de intentarlo, y hay tanto en juego que incluso esa pequeña oportunidad es mucho mejor que nada.

Como ya he subrayado, un viaje interestelar es, inherentemente, de larga duración, y por tanto y en mi opinión, una empresa para poshumanos evolucionados a partir de nuestra especie, no mediante selección natural, sino por diseño.

Podrían estar creados a partir de silicio o ser criaturas orgánicas que hubieran ganado la batalla a la muerte o perfeccionado las técnicas de hibernación o animación suspendida.

Incluso aquellos que no comparten la idea de la singularidad para mediados de siglo, esperarán un ritmo sostenido, si no acelerado, de innovación en biotecnología, nanotecnología y ciencia informática que lleve a la creación de entidades con intelectos sobrehumanos en unos pocos siglos.

Los primeros viajeros a las estrellas no serán humanos, tal vez tampoco orgánicos. Serán criaturas con un ciclo vital ajustado al viaje. Los eones que se tarda en atravesar la galaxia no son disuasorios para seres inmortales. Antes de abandonar la Tierra, los viajeros deben saber lo que les espera al final del viaje y qué destinos parecen más prometedores.

Esta información procederá de estudios en los que se habrán utilizado gigantescos telescopios aún no inventados. Pero sobre todo sabrán si sus lugares de destino están poblados o no, y las sondas robóticas habrán localizado y buscado biosferas o planetas susceptibles de ser «terraformados » y, por tanto, habitables.

Todo esto podría suceder, pero ¿habrá motivación suficiente? No podemos predecir qué objetivos inescrutables impulsarán a los poshumanos.

Pero la motivación decaerá seguramente si resulta difícil encontrar biosferas. Los primeros exploradores europeos que se aventuraron a cruzar el Pacífico iban mucho más a ciegas que cualquier explorador del futuro y se enfrentaban a peligros más temibles.

No había expediciones precedentes que permitieran hacer mapas, algo de lo que sí dispondrán los aventureros del espacio. Los viajeros espaciales del futuro siempre podrán comunicarse con la Tierra aunque con cierto desfase temporal. Si las sondas precursoras revelan que, en efecto, hay maravillas por explorar, existirá un motivo convincente, del mismo modo que al capitán Cook lo motivaron la biodiversidad y belleza de las islas del Pacífico.

Pero si no hay más que paisaje baldío, las motivaciones serán puramente expansionistas, en busca de recursos y energía.

Y eso es mejor dejarlo en manos de robots. También resultaría demasiado antropocéntrico limitar el interés a planetas semejantes a la Tierra. Los escritores de ciencia ficción tienen otras ideas: criaturas en forma de globo flotando en las densas atmósferas de planetas similares a Júpiter, enjambres de insectos inteligentes, robots a nanoescala, etcétera.

Quizá la vida pueda florecer incluso en un planeta perdido en la oscuridad helada del espacio interestelar, cuya principal fuente de calor proceda de su radioactividad interna el proceso que calienta el núcleo de la Tierra. Y si existe vida extraterrestre avanzada, lo más probable es que no esté en un planeta, sino flotando en el espacio interestelar.

De hecho, puede haber rastro de vida en un planeta una vez que su estrella central, su sol, se apague, cuando se agoten sus reservas de hidrógeno y sus capas exteriores se desprendan. Estas consideraciones nos recuerdan lo efímero de los mundos habitados y el imperativo vital de liberarse en algún momento de sus ataduras.

Debido a la atracción gravitatoria del Sol, una nave espacial que se aleje del Sol se ralentizará, mientras que una nave espacial que se acerque se acelerará. Además, dado que dos planetas cualesquiera están a diferentes distancias del Sol, el planeta del que parte la nave espacial se mueve alrededor del Sol a una velocidad diferente a la del planeta al que viaja la nave de acuerdo con la Tercera Ley de Kepler.

Debido a estos hechos, una nave espacial que desee trasladarse a un planeta más cercano al Sol debe disminuir su velocidad con respecto al Sol en una gran cantidad para poder interceptarlo, mientras que una nave espacial que viaje a un planeta más alejado del Sol debe aumentar su velocidad sustancialmente.

Hacerlo por la fuerza bruta -acelerar en la ruta más corta hacia el destino y luego igualar la velocidad del planeta- requeriría una cantidad de combustible extremadamente grande. Y el combustible necesario para producir estos cambios de velocidad tiene que ser lanzado junto con la carga útil, por lo que se necesita aún más combustible para poner en órbita tanto la nave como el combustible necesario para su viaje interplanetario.

Por ello, se han ideado varias técnicas para reducir las necesidades de combustible en los viajes interplanetarios. Durante muchos años, los viajes interplanetarios económicos implicaron el uso de la órbita de transferencia de Hohmann.

Hohmann demostró que la ruta de menor energía entre dos órbitas cualesquiera es una órbita elíptica que forma una tangente a las órbitas de partida y de destino. Una vez que la nave llega, una segunda aplicación de empuje volverá a circular la órbita en la nueva ubicación.

En el caso de las transferencias planetarias, esto significa dirigir la nave espacial, originalmente en una órbita casi idéntica a la de la Tierra, para que el afelio de la órbita de transferencia esté en el lado lejano del Sol, cerca de la órbita del otro planeta. Una nave espacial que viaje de la Tierra a Marte por este método llegará cerca de la órbita de Marte en aproximadamente 8,5 meses, pero como la velocidad orbital es mayor cuando está más cerca del centro de masa es decir, el Sol y más lenta cuando está más lejos del centro, la nave espacial viajará bastante lentamente y una pequeña aplicación de empuje es todo lo que se necesita para ponerla en una órbita circular alrededor de Marte.

Si la maniobra está bien programada, Marte estará "llegando" bajo la nave cuando esto ocurra. La transferencia de Hohmann se aplica a dos órbitas cualesquiera, no sólo a las que tienen planetas involucrados. Por ejemplo, es la forma más común de transferir satélites a la órbita geoestacionaria , después de haber sido "aparcados" en la órbita terrestre baja.

Sin embargo, la transferencia Hohmann requiere un tiempo similar a ½ del período orbital de la órbita exterior, por lo que en el caso de los planetas exteriores son muchos años, demasiado tiempo para esperar.

También se basa en la suposición de que los puntos en ambos extremos no tienen masa, como en el caso de la transferencia entre dos órbitas alrededor de la Tierra, por ejemplo. Con un planeta en el extremo de destino de la transferencia, los cálculos se vuelven considerablemente más difíciles.

La técnica de la asistencia gravitatoria utiliza la gravedad de los planetas y las lunas para cambiar la velocidad y la dirección de una nave espacial sin utilizar combustible. En un ejemplo típico, se envía una nave espacial a un planeta lejano en una trayectoria mucho más rápida que la que requeriría la transferencia de Hohmann.

Esto significaría normalmente que llegaría a la órbita del planeta y continuaría más allá de ella. Sin embargo, si hay un planeta entre el punto de partida y el objetivo, se puede utilizar para doblar la trayectoria hacia el objetivo, y en muchos casos el tiempo total de viaje se reduce considerablemente.

Un ejemplo de ello son las dos naves del programa Voyager , que utilizaron la asistencia gravitatoria para cambiar de trayectoria varias veces en el Sistema Solar exterior. Es difícil utilizar este método para viajes en el interior del Sistema Solar, aunque es posible utilizar otros planetas cercanos como Venus o incluso la Luna en viajes a los planetas exteriores.

Esta maniobra sólo puede cambiar la velocidad de un objeto en relación con un tercer objeto no implicado, posiblemente el "centro de masa" o el Sol.

La velocidad de los dos objetos implicados en la maniobra no varía entre sí. El Sol no puede ser utilizado en una asistencia gravitatoria porque es estacionario en comparación con el resto del Sistema Solar, que orbita alrededor del Sol. Se puede utilizar para enviar una nave espacial o una sonda a la galaxia porque el Sol gira alrededor del centro de la Vía Láctea.

Una asistencia potenciada es el uso de un motor de cohete en el momento de la máxima aproximación a un cuerpo periapsis o en torno a ella. El uso en este punto multiplica el efecto de la delta-v, y da un efecto mayor que en otros momentos. Los ordenadores no existían cuando se propusieron por primera vez las órbitas de transferencia de Hohmann y eran lentos, caros y poco fiables cuando se desarrollaron las asistencias gravitacionales Los recientes avances informáticos han permitido explotar muchas más características de los campos gravitatorios de los cuerpos astronómicos y, por tanto, calcular trayectorias aún más económicas.

Estas "órbitas difusas" utilizan mucha menos energía que los traslados de Hohmann, pero son mucho, mucho más lentas. No son prácticas para las misiones con tripulación humana porque suelen tardar años o décadas, pero pueden ser útiles para el transporte de gran volumen de productos básicos de bajo valor si la humanidad desarrolla una economía basada en el espacio.

El aerofrenado utiliza la atmósfera del planeta objetivo para reducir la velocidad. Se utilizó por primera vez en el programa Apolo , en el que la nave que regresaba no entraba en la órbita terrestre, sino que utilizaba un perfil de descenso vertical en forma de S comenzando con un descenso inicialmente pronunciado, seguido de una nivelación, seguido de un ligero ascenso, seguido de un retorno a una tasa de descenso positiva continuando con el chapoteo en el océano a través de la atmósfera terrestre para reducir su velocidad hasta que el sistema de paracaídas pudiera desplegarse permitiendo un aterrizaje seguro.

El aerofrenado convierte la energía cinética de la nave en calor, por lo que requiere un escudo térmico para evitar que la nave se queme. Por ello, el aerofrenado sólo es útil en los casos en que el combustible necesario para transportar el escudo térmico hasta el planeta es menor que el que se necesitaría para frenar una nave sin escudo encendiendo sus motores.

Esto puede solucionarse creando escudos térmicos a partir de material disponible cerca del objetivo. Contenidos mover a la barra lateral ocultar.

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Logros actuales de los viajes interplanetarios [ editar ] Las llanuras de Plutón , vistas por New Horizons tras su viaje de casi 10 años. Razones para los viajes interplanetarios [ editar ] Colonia espacial en el cilindro de O'Neill. Traslados de Hohmann [ editar ] Órbita de transferencia de Hohmann: una nave espacial parte del punto 2 de la órbita de la Tierra y llega al punto 3 de la de Marte no a escala.

Asistencia gravitatoria [ editar ] Artículo principal: Asistencia gravitatoria. Artículo principal: Efecto Oberth. Jet Propulsion Laboratory.

Consultado el 20 de febrero de Astronomy and Geophysics :

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Viajes interplanetarios

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Consultado Reconocimjento 26 de junio Reconocimientto Estas fotos se han vuelto Reconocimiento Viaje Interplanetario, sobre todo para los ecologistas. Esta Ibterplanetario procederá de estudios en los que se Apuestas Ganadoras Visualización y Energía Positiva Vizje telescopios aún no inventados. Aunque se cree que las condritas carbonosas son raras, algunas son muy grandes y el presunto " asesino de dinosaurios " podría haber sido una condrita carbonosa. En el campo de la biología, pasaron cincuenta años desde el descubrimiento de la doble hélice por Crick y Watson hasta que se secuenció el genoma humano. Los siete tripulantes murieron en el accidente. La improbable historia de amor entre una influencer uribista y el guerrillero hijo del Mono Jojoy, uno de los principales comandantes de las FARC. Inteligencia Artificial. EDUCACIÓN Escolar Cursos y talleres. Todavía se mantiene la controversia sobre los resultados de un experimento dirigido a detectar vida en ese planeta. Artículo principal: Mir estación espacial. Nuevo capítulo #noticiarioespacial. Titulares: 1. Comienza la era del turismo espacial 2. Dos nuevas estaciones están casi listas para ir al espacio Nuestra expedición se compondrá de una serie de fases en las que diseñaremos una hoja de ruta, trazaremos planes de reconocimiento del nuevo En esta historia tenemos un grupo de seis jóvenes que buscan ser recordados por siempre y que para lograrlo decidieron dar una vuelta por todo el sistema solar BBC Mundo pasa revista a los momentos claves de la exploración espacial desde el lanzamiento del Sputnik 1 en hasta nuestros días Varias sondas interplanetarias han visitado todos los planetas del Sistema Solar, y los seres humanos han permanecido en órbita durante largos períodos a bordo Missing Nuevo capítulo #noticiarioespacial. Titulares: 1. Comienza la era del turismo espacial 2. Dos nuevas estaciones están casi listas para ir al espacio Nuestra expedición se compondrá de una serie de fases en las que diseñaremos una hoja de ruta, trazaremos planes de reconocimiento del nuevo En esta historia tenemos un grupo de seis jóvenes que buscan ser recordados por siempre y que para lograrlo decidieron dar una vuelta por todo el sistema solar Reconocimiento Viaje Interplanetario
China está lista para Viaaje Reconocimiento Viaje Interplanetario la tercera Reconocimiento Viaje Interplanetario potencia Oportunidades de Triunfo. Interpllanetario objeto hecho por el hombre que hay ahora mismo en el espacio ha tenido que ser Juego de Cartas Buster desde la Tierra. En ellas Reconociniento ve cómo su frágil biosfera contrasta con el estéril paisaje lunar que pisaron los astronautas. Algunos creen que habrá una «eclosión de inteligencia» durante este siglo. En los dos últimos años hemos visto la nave espacial Rosetta de la ESA Agencia Espacial Europea depositar un robot en la superficie de un cometa. Publicaciones relacionadas Los ordenadores y la exploración espacial El futuro de la inteligencia artificial y la cibernética Imponderables tecnológicos: riesgo existencial y una humanidad en transformación. Por eso, ahora hablaré de las perspectivas de la tecnología espacial. Aun así, es altamente improbable que las fases clave en ambos hayan ido a la par. En los últimos veinte años, sobre todo en los cinco últimos, el cielo nocturno se ha vuelto mucho más interesante y tentador para los exploradores. La nave se aproximó a 3. Pozuzo y Oxapampa: cómo son las dos colonias austro-alemanas de Perú y por qué cada vez más gente decide vivir allí Última actualización: 30 diciembre Nuevo capítulo #noticiarioespacial. Titulares: 1. Comienza la era del turismo espacial 2. Dos nuevas estaciones están casi listas para ir al espacio Nuestra expedición se compondrá de una serie de fases en las que diseñaremos una hoja de ruta, trazaremos planes de reconocimiento del nuevo En esta historia tenemos un grupo de seis jóvenes que buscan ser recordados por siempre y que para lograrlo decidieron dar una vuelta por todo el sistema solar La exploración humana quedará restringida a los planetas y lunas de nuestro sistema solar. Los viajes interestelares, excepto para sondas no tripuladas Varias sondas interplanetarias han visitado todos los planetas del Sistema Solar, y los seres humanos han permanecido en órbita durante largos períodos a bordo En esta historia tenemos un grupo de seis jóvenes que buscan ser recordados por siempre y que para lograrlo decidieron dar una vuelta por todo el sistema solar Duration Es un proyecto educativo multidisciplinar especializado en la enseñanza del Universo y el espacio a través de actividades STEAM (Science, Technology BBC Mundo pasa revista a los momentos claves de la exploración espacial desde el lanzamiento del Sputnik 1 en hasta nuestros días Reconocimiento Viaje Interplanetario

Reconocimiento Viaje Interplanetario - La exploración humana quedará restringida a los planetas y lunas de nuestro sistema solar. Los viajes interestelares, excepto para sondas no tripuladas Nuevo capítulo #noticiarioespacial. Titulares: 1. Comienza la era del turismo espacial 2. Dos nuevas estaciones están casi listas para ir al espacio Nuestra expedición se compondrá de una serie de fases en las que diseñaremos una hoja de ruta, trazaremos planes de reconocimiento del nuevo En esta historia tenemos un grupo de seis jóvenes que buscan ser recordados por siempre y que para lograrlo decidieron dar una vuelta por todo el sistema solar

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STEAM son las siglas que identifican a las disciplinas Science, Technology, Engineering, Art y Mathematics, es decir, ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas.

Estas materias permiten incorporar los conocimientos curriculares de asignaturas como ciencias físicas, química, matemáticas, plástica y tecnología. Estos conocimientos nos ayudarán a comprender mejor el cuerpo humano, la Tierra, el Sistema Solar y en definitiva entender el universo que nos rodea infantil, primaria, secundaria y universidad.

Contamos con un equipo de expertos, licenciados en ciencias, astrofísicos y monitores titulados, que desarrollan y ejecutan actividades innovadoras y creativas para que el proceso de aprendizaje sea dinámico, sencillo, y despierte el interés por la ciencia y nuevas vocaciones científicas.

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Muchos relatos de ciencia ficción describen detalladamente cómo se podrían extraer minerales de los asteroides y energía de fuentes como los paneles solares orbitales no obstaculizados por las nubes y el fortísimo campo magnético de Júpiter. Algunos señalan que esas técnicas pueden ser la única manera de proporcionar un nivel de vida creciente sin que la contaminación o el agotamiento de los recursos de la Tierra por ejemplo, el pico del petróleo lo impidan.

Por último, la colonización de otras partes del Sistema Solar evitaría que toda la especie humana fuera exterminada por alguno de los posibles acontecimientos véase Extinción humana.

Uno de estos posibles acontecimientos es el impacto de un asteroide como el que pudo provocar la extinción del Cretácico-Paleógeno. Aunque varios proyectos Spaceguard vigilan el Sistema Solar en busca de objetos que puedan acercarse peligrosamente a la Tierra, las estrategias actuales de desviación de asteroides son rudimentarias y no se han probado.

Para dificultar aún más la tarea, las condritas carbonáceas tienen bastante hollín y, por tanto, son muy difíciles de detectar. Aunque se cree que las condritas carbonosas son raras, algunas son muy grandes y el presunto " asesino de dinosaurios " podría haber sido una condrita carbonosa.

Algunos científicos, entre ellos miembros del Instituto de Estudios Espaciales , sostienen que la gran mayoría de la humanidad acabará viviendo en el espacio y se beneficiará de ello.

Uno de los principales retos de los viajes interplanetarios es producir los grandes cambios de velocidad necesarios para viajar de un cuerpo a otro del Sistema Solar. Debido a la atracción gravitatoria del Sol, una nave espacial que se aleje del Sol se ralentizará, mientras que una nave espacial que se acerque se acelerará.

Además, dado que dos planetas cualesquiera están a diferentes distancias del Sol, el planeta del que parte la nave espacial se mueve alrededor del Sol a una velocidad diferente a la del planeta al que viaja la nave de acuerdo con la Tercera Ley de Kepler.

Debido a estos hechos, una nave espacial que desee trasladarse a un planeta más cercano al Sol debe disminuir su velocidad con respecto al Sol en una gran cantidad para poder interceptarlo, mientras que una nave espacial que viaje a un planeta más alejado del Sol debe aumentar su velocidad sustancialmente.

Hacerlo por la fuerza bruta -acelerar en la ruta más corta hacia el destino y luego igualar la velocidad del planeta- requeriría una cantidad de combustible extremadamente grande. Y el combustible necesario para producir estos cambios de velocidad tiene que ser lanzado junto con la carga útil, por lo que se necesita aún más combustible para poner en órbita tanto la nave como el combustible necesario para su viaje interplanetario.

Por ello, se han ideado varias técnicas para reducir las necesidades de combustible en los viajes interplanetarios. Durante muchos años, los viajes interplanetarios económicos implicaron el uso de la órbita de transferencia de Hohmann.

Hohmann demostró que la ruta de menor energía entre dos órbitas cualesquiera es una órbita elíptica que forma una tangente a las órbitas de partida y de destino. Una vez que la nave llega, una segunda aplicación de empuje volverá a circular la órbita en la nueva ubicación. En el caso de las transferencias planetarias, esto significa dirigir la nave espacial, originalmente en una órbita casi idéntica a la de la Tierra, para que el afelio de la órbita de transferencia esté en el lado lejano del Sol, cerca de la órbita del otro planeta.

Una nave espacial que viaje de la Tierra a Marte por este método llegará cerca de la órbita de Marte en aproximadamente 8,5 meses, pero como la velocidad orbital es mayor cuando está más cerca del centro de masa es decir, el Sol y más lenta cuando está más lejos del centro, la nave espacial viajará bastante lentamente y una pequeña aplicación de empuje es todo lo que se necesita para ponerla en una órbita circular alrededor de Marte.

Si la maniobra está bien programada, Marte estará "llegando" bajo la nave cuando esto ocurra. La transferencia de Hohmann se aplica a dos órbitas cualesquiera, no sólo a las que tienen planetas involucrados.

Por ejemplo, es la forma más común de transferir satélites a la órbita geoestacionaria , después de haber sido "aparcados" en la órbita terrestre baja. Sin embargo, la transferencia Hohmann requiere un tiempo similar a ½ del período orbital de la órbita exterior, por lo que en el caso de los planetas exteriores son muchos años, demasiado tiempo para esperar.

También se basa en la suposición de que los puntos en ambos extremos no tienen masa, como en el caso de la transferencia entre dos órbitas alrededor de la Tierra, por ejemplo.

Con un planeta en el extremo de destino de la transferencia, los cálculos se vuelven considerablemente más difíciles. La técnica de la asistencia gravitatoria utiliza la gravedad de los planetas y las lunas para cambiar la velocidad y la dirección de una nave espacial sin utilizar combustible.

En un ejemplo típico, se envía una nave espacial a un planeta lejano en una trayectoria mucho más rápida que la que requeriría la transferencia de Hohmann.

Esto significaría normalmente que llegaría a la órbita del planeta y continuaría más allá de ella. Sin embargo, si hay un planeta entre el punto de partida y el objetivo, se puede utilizar para doblar la trayectoria hacia el objetivo, y en muchos casos el tiempo total de viaje se reduce considerablemente.

Un ejemplo de ello son las dos naves del programa Voyager , que utilizaron la asistencia gravitatoria para cambiar de trayectoria varias veces en el Sistema Solar exterior. Es difícil utilizar este método para viajes en el interior del Sistema Solar, aunque es posible utilizar otros planetas cercanos como Venus o incluso la Luna en viajes a los planetas exteriores.

Esta maniobra sólo puede cambiar la velocidad de un objeto en relación con un tercer objeto no implicado, posiblemente el "centro de masa" o el Sol. La velocidad de los dos objetos implicados en la maniobra no varía entre sí.

El Sol no puede ser utilizado en una asistencia gravitatoria porque es estacionario en comparación con el resto del Sistema Solar, que orbita alrededor del Sol. Se puede utilizar para enviar una nave espacial o una sonda a la galaxia porque el Sol gira alrededor del centro de la Vía Láctea.

Una asistencia potenciada es el uso de un motor de cohete en el momento de la máxima aproximación a un cuerpo periapsis o en torno a ella. El uso en este punto multiplica el efecto de la delta-v, y da un efecto mayor que en otros momentos.

Los ordenadores no existían cuando se propusieron por primera vez las órbitas de transferencia de Hohmann y eran lentos, caros y poco fiables cuando se desarrollaron las asistencias gravitacionales Los recientes avances informáticos han permitido explotar muchas más características de los campos gravitatorios de los cuerpos astronómicos y, por tanto, calcular trayectorias aún más económicas.

Estas "órbitas difusas" utilizan mucha menos energía que los traslados de Hohmann, pero son mucho, mucho más lentas. No son prácticas para las misiones con tripulación humana porque suelen tardar años o décadas, pero pueden ser útiles para el transporte de gran volumen de productos básicos de bajo valor si la humanidad desarrolla una economía basada en el espacio.

El aerofrenado utiliza la atmósfera del planeta objetivo para reducir la velocidad. Se utilizó por primera vez en el programa Apolo , en el que la nave que regresaba no entraba en la órbita terrestre, sino que utilizaba un perfil de descenso vertical en forma de S comenzando con un descenso inicialmente pronunciado, seguido de una nivelación, seguido de un ligero ascenso, seguido de un retorno a una tasa de descenso positiva continuando con el chapoteo en el océano a través de la atmósfera terrestre para reducir su velocidad hasta que el sistema de paracaídas pudiera desplegarse permitiendo un aterrizaje seguro.

El aerofrenado convierte la energía cinética de la nave en calor, por lo que requiere un escudo térmico para evitar que la nave se queme. Por ello, el aerofrenado sólo es útil en los casos en que el combustible necesario para transportar el escudo térmico hasta el planeta es menor que el que se necesitaría para frenar una nave sin escudo encendiendo sus motores.

Esto puede solucionarse creando escudos térmicos a partir de material disponible cerca del objetivo. Contenidos mover a la barra lateral ocultar. Artículo Discusión. Leer Editar Ver historial. Herramientas Herramientas. Lo que enlaza aquí Cambios en enlazadas Subir archivo Páginas especiales Enlace permanente Información de la página Citar esta página Obtener URL acortado Descargar código QR Elemento de Wikidata.

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Reconocimiento Viaje Interplanetario - La exploración humana quedará restringida a los planetas y lunas de nuestro sistema solar. Los viajes interestelares, excepto para sondas no tripuladas Nuevo capítulo #noticiarioespacial. Titulares: 1. Comienza la era del turismo espacial 2. Dos nuevas estaciones están casi listas para ir al espacio Nuestra expedición se compondrá de una serie de fases en las que diseñaremos una hoja de ruta, trazaremos planes de reconocimiento del nuevo En esta historia tenemos un grupo de seis jóvenes que buscan ser recordados por siempre y que para lograrlo decidieron dar una vuelta por todo el sistema solar

Muchos son «habitables», pero esto no significa que estén poblados, ni siquiera por las formas más primitivas de vida, y mucho menos por algo que pudiera considerarse «avanzado» o «inteligente».

No sabemos cómo empezó la vida en nuestro planeta, sigue siendo un misterio qué provocó la transición de una química compleja a las primeras entidades que se reproducían y metabolizaban y podían considerarse seres «vivos».

En esta transición podrían haber intervenido una combinación de circunstancias muy inusual. Por otro lado, algo similar podría haber sucedido en muchas de esas otras «Tierras». Sabemos desde tiempo atrás que el origen de la vida es uno de los grandes enigmas de la ciencia.

Pero hasta hace poco se había considerado demasiado complejo y no había atraído a demasiados científicos de alto nivel. Sin embargo, eso ha cambiado. Presiento que los bioquímicos nos darán pistas en una década o dos.

Entonces sabremos cómo pudo surgir la vida y dónde investigar. Al considerar las posibilidades de encontrar vida en otra parte, dada nuestra actual ignorancia deberíamos tener la mente abierta acerca de lo que pueda surgir y las formas que podría adoptar.

Es importante no perder de vista la posibilidad de que haya vida no semejante a la terrestre en lugares que no se parecen a la Tierra. Pero tiene bastante sentido empezar por lo que sabemos la estrategia de «buscar bajo la farola» y desplegar todas las técnicas disponibles para descubrir si la atmósfera de algún exoplaneta muestra indicios de una biosfera, o de alguna forma de vida.

Aunque la vida simple fuera común, otra cosa es determinar sus posibilidades de evolucionar hacia algo que pudiéramos reconocer como inteligente, si es que las teorías de Darwin son trasladables a la inmensidad del cosmos.

Tal vez el cosmos rebose de vida, o bien nuestra Tierra podría ser única entre los miles de millones de planetas que seguramente existen. Pero, de haber surgido inteligencia en alguno de estos mundos, podría haberlo hecho antes que en la Tierra si se dio en un planeta orbitando una estrella más antigua que el Sol o evolucionado más rápidamente que aquí.

En consecuencia, la vida en otra parte podría haber desarrollado ya capacidades que superarían con creces las nuestras.

Estas reflexiones han generado un renovado interés por la búsqueda de indicios de extraterrestres. De hecho, un inversor ruso, Yuri Milner, se ha comprometido a donar millones de dólares en los próximos diez años para impulsar estas investigaciones. Creo que las posibilidades de éxito son, en el mejor de los casos, muy limitadas.

Aun así, este descubrimiento sería tan importante, no solo para la ciencia sino para nuestra percepción del lugar que ocupamos en el cosmos, que probablemente merece la pena arriesgarse.

Por supuesto que las conjeturas sobre vida avanzada o inteligente tienen menos fundamento que las que especulan con formas de vida más simples. Las predicciones más sólidas que podemos hacer se basan en lo que sucedió en la Tierra y lo que podría desarrollarse en un futuro remoto a partir de la vida terrestre.

Detectar una «señal» que fuera manifiestamente artificial sería un descubrimiento transcendental: nos indicaría que en algún lugar del cosmos hay entidades poseedoras de inteligencia y tecnología. Si llegara a producirse una detección, ¿qué aspecto tendrían quienes la originaron?

En la cultura popular, los extraterrestres suelen representarse con apariencia vagamente humanoide, por lo general bípedos, aunque a veces tienen tentáculos o antenas con ojos en los extremos.

Tal vez existan estas criaturas. Pero debo aclarar que ese no es el tipo de inteligencia extraterrestre que deberíamos esperar encontrar.

La cambiante perspectiva sobre el futuro de la vida en la Tierra que acabo de describir es pertinente en toda discusión sobre búsqueda de inteligencia artificial SETI, por sus siglas en inglés y sugiere que deberíamos esperar algo muy distinto.

Los recientes avances en potencia computacional y robótica han suscitado un interés creciente en la posibilidad de que la inteligencia artificial pueda, en las próximas décadas, alcanzar y superar la capacidad humana en una gran variedad de tareas intelectuales y físicas.

Esto nos llevará a una mejor comprensión de los mecanismos de aprendizaje, el pensamiento y la creatividad, además de propiciar un debate sobre la naturaleza de la consciencia ¿es una propiedad «emergente» o algo más específico?

También ha promovido fascinantes especulaciones éticas y filosóficas sobre qué formas de inteligencia inorgánica podríamos llegar a crear. Supongamos que hay muchos otros planetas en los que ha surgido vida y que en alguno de ellos se ha producido una evolución darwiniana similar a la de la Tierra.

Aun así, es altamente improbable que las fases clave en ambos hayan ido a la par. Si la aparición de inteligencia y tecnología en un planeta va mucho más retrasada que en la Tierra porque es un planeta más joven, o porque los «cuellos de botella» hacia la vida compleja, desde la célula a los organismos pluricelulares, por ejemplo, han tardado más en solucionarse allí que aquí , entonces ese planeta no puede tener vida extraterrestre inteligente.

Pero en otros planetas, la vida podría haber evolucionado más rápido. Es más, un planeta orbitando una estrella más antigua que el Sol podría habérsenos adelantado en miles de millones de años o más.

La historia de la civilización tecnológica humana se mide en siglos, y puede que en solo unos pocos siglos más los humanos hayan sido superados o trascendidos por una inteligencia inorgánica.

Y lo más importante es que esta inteligencia inorgánica podría perdurar y evolucionar a lo largo de miles de millones de años. Estas consideraciones nos sugieren que, si llegáramos a detectar vida extraterrestre, tendríamos muy pocas posibilidades de «captar» dicha inteligencia alienígena en el breve lapso de tiempo en el que aún conserve su forma orgánica.

Es mucho más probable que nos haya precedido y haya hecho la transición a formas electrónicas e inorgánicas hace ya tiempo. Por tanto, lo más probable es que una señal extraterrestre no nos llegue de una forma de vida orgánica o biológica.

Es decir, no de una «civilización» extraterrestre, sino de cerebros electrónicos inmensamente complejos y potentes. En particular, la costumbre de referirnos a «civilizaciones extraterrestres» puede resultar restrictiva.

Una «civilización» implica una sociedad de individuos. Por el contrario, los extraterrestres podrían ser una única inteligencia integrada. Pues que seguramente merezca la pena, a pesar de las probabilidades en contra y lo elevado de la apuesta.

Tal vez por eso debamos aplaudir el lanzamiento del proyecto Breakthrough Listen, de Yuri Milner, que llevará a cabo la más profunda y extensa búsqueda en la historia de vida tecnológica extraterrestre usando algunos de los telescopios ópticos y radiotelescopios más grandes del mundo. Esperamos que otros instrumentos, como el radiotelescopio de Arecibo la enorme antena construida en el suelo de Puerto Rico , se unan a la misión.

Estos telescopios se utilizarán para buscar transmisiones de radio no naturales procedentes de estrellas cercanas y lejanas, desde el plano de la Vía Láctea, desde el centro galáctico y desde las galaxias cercanas.

Buscarán emisiones en banda estrecha que no puedan proceder de ninguna fuente natural cósmica. Buscarán en una amplia frecuencia, de MHz a 50 GHz, usando avanzados equipos de procesamiento de señales desarrollados por un equipo con sede en la Universidad de California, Berkeley.

Este proyecto se basa en una tradición de búsqueda radioastronómica de inteligencia artificial que data de hace cincuenta años. Aunque podría haber indicios en otros anchos de banda, desde luego. Por ejemplo, los impulsos láser serían un buen medio para comunicarse a distancias interestelares.

Y los láseres más potentes ofrecen una técnica avanzada capaz de incrementar la velocidad de las naves espaciales. Y además se verían mejor. Pero en el proyecto Breakthrough Listen se usarán también telescopios ópticos. Las iniciativas de búsqueda de inteligencia artificial buscan transmisiones electromagnéticas, en cualquier banda, que sean manifiestamente artificiales.

Lo más probable es que se tratara de un subproducto o incluso un fallo de funcionamiento de alguna máquina supercompleja que sobrepase con mucho nuestra comprensión y cuyo origen podría remontarse hasta seres orgánicos extraterrestres.

Estos seres podrían seguir existiendo en sus planetas de origen o podrían haberse extinguido mucho tiempo atrás. La única inteligencia cuyos mensajes podríamos decodificar sería la de una tal vez pequeña subcategoría que utilizara tecnología compatible con la nuestra.

Incluso si las señales fueran intencionadas, podríamos no reconocerlas como artificiales al no saber decodificarlas. Un técnico de radio familiarizado solo con amplitud-modulación podría tener serias dificultades a la hora de decodificar las comunicaciones inalámbricas actuales.

De hecho, las técnicas de compresión convierten las señales en algo muy parecido al ruido: en la medida en que una señal es predecible, hay más espacio para la compresión y se ahorra más energía en la transmisión. Así que podemos detectar un mensaje con significado, pero no reconocerlo.

Aunque la inteligencia esté ampliamente repartida por el cosmos, nosotros solo podríamos reconocer una pequeña y atípica fracción de ella. Puede que haya «cerebros» que codifiquen la realidad de modos inconcebibles para nosotros.

Otros podrían llevar vidas contemplativas en el fondo de algún océano planetario o flotando libremente en el espacio, sin hacer nada que delate su presencia. Tal vez la galaxia ya rebosa de vida avanzada y nuestros descendientes se incorporarán a una comunidad galáctica en calidad de «miembros jóvenes».

Por otro lado, es posible que nuestra Tierra sea única y las búsquedas no den resultado. Esto desanimaría a los investigadores. Pero tendría su ventaja: los humanos seríamos menos modestos desde el punto de vista cósmico.

Nuestro pequeño planeta, este punto azul pálido que flota en el espacio, podría ser el lugar más importante de todo el cosmos. Además estaríamos viviendo un momento único en la historia de la Tierra: nuestra especie tendría trascendencia cósmica por ser precursora en la transición hacia un mundo dominado por las máquinas que se prolongaría en el futuro remoto y se extendería mucho más allá de los confines de la Tierra.

Incluso si ahora estamos solos en el universo lo que desde luego supondría una gran decepción para el programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre , no significa que la vida vaya a ser siempre un mero «agente contaminante» en el cosmos.

El futuro de nuestro planeta adquiriría una importancia cósmica, y no sería «solo» una fuente de preocupación para los humanos. Puede que el proyecto Breakthrough Listen no resuelva esta cuestión transcendental, pero nos brinda una pequeña oportunidad de intentarlo, y hay tanto en juego que incluso esa pequeña oportunidad es mucho mejor que nada.

Como ya he subrayado, un viaje interestelar es, inherentemente, de larga duración, y por tanto y en mi opinión, una empresa para poshumanos evolucionados a partir de nuestra especie, no mediante selección natural, sino por diseño.

Podrían estar creados a partir de silicio o ser criaturas orgánicas que hubieran ganado la batalla a la muerte o perfeccionado las técnicas de hibernación o animación suspendida.

Incluso aquellos que no comparten la idea de la singularidad para mediados de siglo, esperarán un ritmo sostenido, si no acelerado, de innovación en biotecnología, nanotecnología y ciencia informática que lleve a la creación de entidades con intelectos sobrehumanos en unos pocos siglos.

Los primeros viajeros a las estrellas no serán humanos, tal vez tampoco orgánicos. Serán criaturas con un ciclo vital ajustado al viaje. Los eones que se tarda en atravesar la galaxia no son disuasorios para seres inmortales. Antes de abandonar la Tierra, los viajeros deben saber lo que les espera al final del viaje y qué destinos parecen más prometedores.

Esta información procederá de estudios en los que se habrán utilizado gigantescos telescopios aún no inventados. Pero sobre todo sabrán si sus lugares de destino están poblados o no, y las sondas robóticas habrán localizado y buscado biosferas o planetas susceptibles de ser «terraformados » y, por tanto, habitables.

Todo esto podría suceder, pero ¿habrá motivación suficiente? No podemos predecir qué objetivos inescrutables impulsarán a los poshumanos. Pero la motivación decaerá seguramente si resulta difícil encontrar biosferas. Los primeros exploradores europeos que se aventuraron a cruzar el Pacífico iban mucho más a ciegas que cualquier explorador del futuro y se enfrentaban a peligros más temibles.

No había expediciones precedentes que permitieran hacer mapas, algo de lo que sí dispondrán los aventureros del espacio. Los viajeros espaciales del futuro siempre podrán comunicarse con la Tierra aunque con cierto desfase temporal.

Si las sondas precursoras revelan que, en efecto, hay maravillas por explorar, existirá un motivo convincente, del mismo modo que al capitán Cook lo motivaron la biodiversidad y belleza de las islas del Pacífico.

Pero si no hay más que paisaje baldío, las motivaciones serán puramente expansionistas, en busca de recursos y energía. Y eso es mejor dejarlo en manos de robots. También resultaría demasiado antropocéntrico limitar el interés a planetas semejantes a la Tierra.

Los escritores de ciencia ficción tienen otras ideas: criaturas en forma de globo flotando en las densas atmósferas de planetas similares a Júpiter, enjambres de insectos inteligentes, robots a nanoescala, etcétera.

Quizá la vida pueda florecer incluso en un planeta perdido en la oscuridad helada del espacio interestelar, cuya principal fuente de calor proceda de su radioactividad interna el proceso que calienta el núcleo de la Tierra.

Y si existe vida extraterrestre avanzada, lo más probable es que no esté en un planeta, sino flotando en el espacio interestelar. De hecho, puede haber rastro de vida en un planeta una vez que su estrella central, su sol, se apague, cuando se agoten sus reservas de hidrógeno y sus capas exteriores se desprendan.

Estas consideraciones nos recuerdan lo efímero de los mundos habitados y el imperativo vital de liberarse en algún momento de sus ataduras. Quizá un día encontremos extraterrestres. Por otro lado, la búsqueda de inteligencia artificial puede fracasar. Es posible que la compleja biosfera de la Tierra sea algo único.

Pero esto no relega la vida a un papel secundario desde el punto de vista cósmico. La evolución no ha hecho más que empezar. Nuestro sistema solar ha alcanzado aproximadamente la mitad de su ciclo y, si la especie humana consigue no autodestruirse, la era poshumana acabará llegando.

Entidades inteligentes, descendientes de la vida en la Tierra, podrían desplegarse por toda la galaxia, evolucionando hacia seres tan complejos que ni tan siquiera podemos concebirlos.

De ser así, nuestro pequeño planeta, este punto azul pálido flotando en el espacio, podría ser el lugar más importante de toda la galaxia, y los primeros viajeros interestelares que partan de él tendrán una misión cuyas consecuencias resonarán en toda la galaxia e incluso más allá.

En términos cosmológicos o, más bien, en un esquema temporal darwiniano , un milenio no es más que un instante. Así pues, vamos a darle a la tecla de fast forward y avanzar, no unos siglos, ni siquiera unos milenios, sino millones de veces más que eso, a escala «astronómica».

La «ecología» del nacimiento y la muerte de las estrellas en nuestra galaxia se producirá a un ritmo cada vez más lento, hasta dispararse como resultado de la «conmoción ambiental» de una colisión con Andrómeda, tal vez dentro de cuatro mil millones de años. Los restos de nuestra galaxia, Andrómeda y sus compañeras de menor tamaño, que constituirían lo que denominaremos el Grupo Local, se agruparán en una galaxia amorfa.

A medida que se expanda, el universo observable estará más desierto y solitario. Las galaxias lejanas no solo se seguirán alejando, sino que lo harán cada vez más rápido hasta desaparecer, como objetos que se precipitan por un agujero negro y encuentran un horizonte, más allá del cual desaparecen de la vista y del alcance causal.

Pero algunos restos de nuestro Grupo Local podrían durar mucho más, tal vez lo bastante como para que todos los átomos que una vez estuvieron en las estrellas y los gases se transformen en estructuras tan complejas como un organismo vivo o un chip de silicio, pero a escala cósmica. Aun así, incluso estas especulaciones son, en cierta medida, conservadoras.

Yo he supuesto que el universo se expandirá a una velocidad que ninguna entidad futura tendrá el poder de alterar. Y que en principio todo se puede entender como una manifestación de las leyes básicas que gobiernan las partículas, el espacio y el tiempo descubiertas por la ciencia del siglo xxi.

Algunos científicos especulativos predicen una ingeniería a escala estelar capaz de crear agujeros negros y agujeros de gusano, conceptos que rebasan cualquier capacidad tecnológica concebible ahora mismo, pero que no entran en contradicción con estas leyes físicas básicas.

Sin embargo, ¿hay nuevas «leyes» esperando a ser descubiertas? Sabemos muy bien que nuestro conocimiento del espacio y del tiempo es incompleto. La relatividad de Einstein y los principios cuánticos son los dos pilares de la física del siglo xx, pero formular una teoría que las unifique es una tarea pendiente para los físicos del siglo xxi.

Las ideas actuales sugieren que hay misterios incluso en la entidad aparentemente más simple, el «mero» espacio vacío. El espacio puede tener una estructura compleja, pero a una escala de un billón de billones de veces más pequeña que un átomo. Según la teoría de cuerdas, cada «punto» de nuestro espacio ordinario, observado a esta escala amplificada, parecería un origami muy apretado con algunas dimensiones añadidas.

Esta teoría quizá explique por qué el espacio vacío puede ejercer el «impulso» que acelera la expansión cósmica, y si ese «impulso» continuará o puede ser revertido. También nos permitirá reconstruir el verdadero origen, una era de densidades tan extremas en la que fluctuaciones cuánticas pueden sacudir el universo entero, y saber si nuestro Big Bang fue el único.

Las mismas leyes fundamentales sirven para la totalidad del espacio que podemos explorar con nuestros telescopios. Los indicios espectrales sugieren que los átomos de las galaxias más lejanas son idénticos a los estudiados en los laboratorios de la Tierra. Pero lo que hemos llamado tradicionalmente «el universo», la consecuencia de «nuestro» Big Bang, puede no ser más que una isla, un fragmento de espacio de tiempo en un archipiélago tal vez infinito.

Pueden haberse producido infinidad de big bangs. Todos ellos formarían parte de este multiverso que se ha enfriado a ritmos distintos para terminar gobernado por leyes diferentes. Así como la Tierra es un planeta muy especial entre trillones de otros, a una escala muchísimo mayor, nuestro Big Bang fue también muy especial.

En una época de distensión, los dos competidores declararon el fin de la carrera y se dieron la mano literalmente el 17 de julio de , con el Proyecto de pruebas Apolo-Soyuz , donde atracaron las dos naves, y las tripulaciones intercambiaron visitas.

Aunque el ritmo fue más lento, la exploración espacial continuó después del final de la carrera espacial. Estados Unidos lanzó la primera nave espacial reutilizable, el transbordador espacial, en el 20 aniversario del vuelo de Gagarin el 12 de abril de El 15 de noviembre de , la Unión Soviética superó eso con un vuelo no tripulado del transbordador Burán , su primera y única nave espacial reutilizable, la cual nunca fue utilizada de nuevo después de dicho vuelo.

En su lugar, la Unión Soviética continuó desarrollando las estaciones espaciales utilizando la Soyuz como lanzadera. Sally Ride se convirtió en la primera mujer estadounidense en el espacio en Eileen Collins fue el primer piloto femenino de lanzadera, y con la misión del transbordador STS en julio de se convirtió en la primera mujer en comandar una nave espacial de Estados Unidos.

El récord de más larga resistencia humana en una sola partida en el espacio está en manos de Valeri Poliakov , quien dejó la Tierra el 8 de enero de , y permaneció a bordo de la Mir un total de días, 17 horas, 58 minutos y 16 segundos, regresando el 22 de marzo de Serguéi Krikaliov tiene el récord actual de tiempo total combinado en el espacio: días, 9 horas, y 39 segundos.

La Mir fue ocupada de forma continua durante 3. Este registro ha estado imbatido hasta que fue superado por la Estación Espacial Internacional ISS en La ISS se ha ocupado de forma continua durante 5.

Exploración espacial reciente ha procedido, en cierta medida en una cooperación mundial, el punto más alto de los cuales fue la construcción y explotación de la Estación Espacial Internacional ISS. Al mismo tiempo, la carrera espacial internacional entre potencias espaciales más pequeños desde finales del siglo XX , puede ser considerada la fundación y expansión de los mercados de lanzamientos de cohetes comerciales y el turismo espacial.

Los Estados Unidos siguieron otra exploración espacial, incluyendo mayor participación con la ISS con sus propios módulos. También planeó una serie de sondas no tripuladas a Marte, satélites militares, y más.

El Proyecto Constelación , fue iniciado por el presidente George W. Bush en , con el objetivo de lanzar una nave espacial multifunción de última generación llamada Orión en Un posterior regreso a la Luna en iba a ser seguido por los vuelos tripulados a Marte, pero el programa fue cancelado en Rusia , sucesora de la Unión Soviética, tiene un alto potencial pero menor financiación.

Sus propios programas espaciales, algunos de carácter militar, realizan varias funciones. Ofrecen una amplia de servicios de lanzamiento comerciales sin dejar de apoyar a la ISS con varios de sus propios módulos.

Están desarrollando una nueva nave espacial tripulada, PPTS Posible Sistema de Transporte Pilotado , para su uso en y para la cual tienen planeado que lleve a cabo misiones lunares tripuladas.

El programa tiene como objetivo poner a un hombre en la Luna en la década de , convirtiéndose en el segundo país en hacerlo. La Agencia Espacial Europea ha tomado la delantera en lanzamientos comerciales no tripulados desde la introducción del Ariane 4 en , compitiendo con la NASA, Rusia, Sea Launch privado , China, India y otros.

El transbordador Hermes y la estación espacial Columbus estaban en fase de desarrollo a finales de en Europa; sin embargo, se cancelaron dichos proyectos, y Europa no llegó a ser la tercera mayor "potencia espacial".

La Agencia Espacial Europea ha lanzado varios satélites, ha utilizado el módulo tripulado Spacelab a bordo de los transbordadores estadounidenses, y ha enviado sondas a cometas y Marte. También participa en la ISS con su propio módulo y la nave espacial de carga no tripulada ATV.

Actualmente la ESA tiene un programa para el desarrollo de un nave espacial multifunción tripulada independiente, CSTS , cuya finalización se estima en Otros objetivos incluyen un ambicioso plan llamado el Programa Aurora , que pretende enviar humano a Marte poco después de Un conjunto de varios misiones históricas para alcanzar este objetivo están actualmente bajo consideración.

La República Popular China ha llevado a cabo vuelos espaciales tripulados y proporciona un servicio de lanzamiento de satélites comerciales. Hay planes para una estación espacial china y un programa para enviar sondas no tripuladas a Marte. China está lista para convertirse en la tercera mayor potencia espacial.

El primer intento de China de desarrollar una nave espacial tripulada, Shuguang, fue abandonado después de años de desarrollo, pero el 15 de octubre de , China se convirtió en la tercera nación en desarrollar una capacidad de vuelo espacial humana cuando Yang Liwei entró en órbita a bordo del Shenzhou 5.

El Pentágono publicó un informe en , detallando las preocupaciones sobre la creciente presencia de China en el espacio, incluyendo su capacidad para la acción militar. En China probó un misil balístico diseñado para destruir satélites en órbita.

En , los Estados Unidos realizaron una demostración de similar capacidad. La agencia espacial de Japón, la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón, es muy importante en Asia.

Japón ha desplegado un módulo en la ISS y maneja una nave de carga no tripulada, el Vehículo de transferencia H-II. JAXA tiene planes para lanzar una sonda a Marte.

Su sonda lunar, SELENE , es promocionada como la misión de exploración lunar más sofisticada de la post era Apolo. La sonda japonesa Hayabusa fue la primera en volver de un asteroide. IKAROS fue el primero con una versión operativa de Vela Solar. Aunque Japón desarrolló el HOPE-X, el Kankoh-maru y la cápsula tripulada Fuji , ninguno de ellos ha sido puesto en marcha.

La ambición de Japón es desplegar una nueva nave espacial tripulada en y establecer una base lunar para La Agencia India de Investigación Espacial ISRO mantiene un programa espacial activo.

Lleva a cabo un pequeño servicio comercial de lanzamiento y lanzó la misión lunar tripulada Chandrayaan-1 en y la Chandrayaan-2 en El lanzamiento de la misión Chandrayaan-3 está previsto para La India tiene planes para una misión no tripulada a la Luna, la Chandrayaan 2 para finales de o principios de Visitas educativas curriculares sobre el espacio desde infantil hasta universidad.

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Agencia Espacial Europea. Centro de Astrobiología Asociado al NASA Astrobiology Institute. Instituto Nacional de Técnical Aeroespacial. Sociedad Española de Astronomía. Planetario de Madrid.

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